Anoche cenamos los amigos en el GOM. La comida excelente, como siempre, y la conversación igual, aunque tuvimos un punto de tensión durante la comida. Sé que para muchos resulta pesado el combate de ciertas causas, sean perdidas o justas, y que yo puedo resultar muy vehemente por momentos. Ya me cuesta evitar no entrar en las conversaciones cuando me interesa el tema y no será por no repetirme ¡escucha y calla... escucha y calla! El tema de la polémica de anoche fueron los toros, y mis argumentos -simplemente el sufrimiento de los animales- nunca puede estar a la altura de los de mis interlocutores. Que los toros son una gota de agua en este mundo de injusticia, que si los animales sufren en vida enjaulados o en cubículos "inhumanos", que los toros viven como quieren antes de morir en la plaza, que sin corridas la raza desaparecería, etc., etc., etc.
Todos los argumentos esgrimidos son válidos, desde el primero al ultimo (bueno, discrepo con lo de la desaparición de la raza, pero vamos...), pero creo que no tienen por qué ser incompatibles con el mío. Pero lo que más me cuesta entender es por qué en vez de criticar las causas defendidas por los demás, aunque sean cansinas o perdidas, no defienden los demás otras, las "realmente importantes"?
A defiende que los pollos vivan dignamente. ¡Un 10 para A!
B defiende que los cerdos tengan espacio vital, ¡otro 10 para B!
Y así sucesivamente hasta llegar a Jose, que defiende la abolición de las corridas de toros. Si hay 1.000.000 de causas por las que luchar es mejor no luchar por ninguna o por una, aunque sea un grano de arena en la playa.
¿Recuerdan el chiste de los dos amigos que se encuentran y uno ve al otro mucho más joven que él y le pregunta tú qué haces para estar tan joven?
> El amigo contesta, ¿yo?, no discutir nunca.
> ¡Venga ya! seguro que te has hecho algo.
> Bueno, contesta el amigo, si tú lo dices...
No cabe duda que es mejor no discutir, escuchar, aprender y callar; muchas menos arrugas.
PD. Como caído del cielo leo en la portada de El Mundo online que hoy cinco científicos, papeles en mano, analizan si el toro sufre o no durante la corrida. Que te claven banderillas con arpones en la punta, que te mareen con un trapo rojo mientras una multitud grita ¡ole! (o ¡a los leones!, que sería parecido) o que te atraviesen con una espada... me pregunmtó cómo discernirán si el animal sufre o no. Buena pregunta.
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