Tengo un lagarto en casa, verde, precioso, al que Lorca le hubiera escrito un poema, seguro. Toma el sol de día sobre una madera vieja frente a la puerta del lavadero, por donde entro desde el garaje y al que saludo cuando lo veo y no se esconde. Creo que ya me debe conocer. A mi amigo lo cuido, sé que mantiene limpio de pequeños insectos la zona, pero por si las moscas le pongo tomates cherry que poco a poco va comiéndose o llevando a su guarida porque desaparecer, desaparecen.
Y yo feliz.
Creo que ya es hora de que le ponga nombre a mi colega.
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