La pobre ciudad rica de Arona
El municipio tinerfeño está a la cola de la renta personal en España. Es, sin embargo, uno de los 10 con mayor concentración de ingresos altos.
Octavio Toledo Santa Cruz de Tenerife 8 DIC 2014 - 19:49 CET
Arona no es una ciudad de grises. La localidad turística tinerfeña es una de las tres ciudades más pobres de España en renta personal media anual, con 14.437 euros, pero, al mismo tiempo, se sitúa entre las primeras en concentración de mayores ingresos en unos pocos de sus residentes: solo 23 de ellos acaparan hasta el 6,5% de las rentas generadas, el equivalente a 21,5 millones de euros, según el análisis de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) sobre la renta personal de los municipios españoles de más de 50.000 habitantes.
Arona es uno de los principales municipios turísticos de Tenerife, e integra destinos tan populares como Los Cristianos y playa de Las Américas. Recibe al año 1,4 millones de visitantes, que generan ingresos superiores a los 1.000 millones de euros, gran parte de los cuales se quedan en el municipio. Entonces, ¿cómo es posible que ocupe las últimas posiciones del país en renta personal?
Antonio Sosa, primer teniente de alcalde de Arona, da algunas claves. “La gran evolución del turismo en el municipio estos años ha atraído, por un lado, a importantes inversores, y por otro, a población que viene a buscar una oportunidad, un empleo en este sector”. Apunta que esos trabajadores no disfrutan de una situación laboral y económica consolidada, circunstancia a la que se une “la influencia de la economía sumergida, que implica que se presten servicios por los que se declara una cantidad determinada y se cobre otra parte en b”.
El paradigma de la opulencia en Arona lo representa la denominada milla de oro, una exclusiva zona comercial repleta de boutiques de moda, joyerías de lujo, restaurantes de alto nivel y hoteles de cinco estrellas. “El metro cuadrado cuesta 23.000 euros, y hay colas de inversores nacionales y extranjeros esperando que se quede libre un local para venir y pagar lo que cueste por él”, explica Roman Ivanenko, propietario de la inmobiliaria Eten, afincada en la zona. Es la evidencia de que la atracción del municipio para quienes disponen de capital sigue siendo enorme.
El paradigma de la opulencia en Arona lo representa la denominada milla de oro, una exclusiva zona comercial
En ese mismo lugar convive la otra cara de la realidad. Trabajadores que perciben salarios que rondan los 1.000 euros: relaciones públicas de locales, empleados de tiendas, cajeros de supermercados… Al menos aquí, parecen mostrarse satisfechos con su situación económica. José Jesús es asturiano y camarero de uno de los restaurantes mejor situados de la milla de oro. Lleva un año en Tenerife y gana 1.200 euros al mes, “más propinas”, por 40 horas de trabajo. “Es todo un lujo comparado con las condiciones que tenía en empleos similares en mi tierra, donde hacía jornadas de sol a sol por mucho menos”, asegura sonriente mientras atiende a dos turistas que se han sentado a una de las mesas.
El aumento demográfico experimentado por Arona en poco más de 30 años ha sido excepcional. En 1981 contaba con 13.000 vecinos. Terminará 2014 rondando los 90.000. Unas cifras que sirven a Francisco Ramos, profesor de Análisis Económico de la Universidad de La Laguna, para afirmar: “Ese incremento de población ha ahondado en las diferencias, porque crecer tan rápido implica hacerlo de manera desordenada”. Ramos añade: “Cuando el sector terciario tiene tanto peso en una economía, como en este municipio, donde el turismo supone el 60% de su riqueza, los desajustes son inevitables”.
Los datos del análisis de Fedea están realizados a partir de las declaraciones de IRPF de 2007. Jorge Onrubia, uno de sus coautores, cree que su extrapolación a la actualidad podría mostrar una brecha mayor. “Lo más normal es que, como consecuencia de la crisis, se haya agrandado la desigualdad”, asevera. Sobre el terreno, Tomás Pérez, asesor fiscal en Arona, explica que ha notado en los últimos años entre sus clientes asalariados “rebajas de hasta un 20% en las nóminas, a la par que su carga de trabajo ha aumentado”.
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