Escuchaba la estupenda canción de Sabina -qué letra más buena- "El café de Nicanor", mientras me disponía a comenzar una pequeña memoria para una exposición acerca de un plan urbanístico, echar mano a mi memoria, a mis viajes, a mis libros y, de camino, echarle una mano a una amiga. Trabajo que se vio interrumpido, de manera agradable, por una llamada de mi amigo Willy desde San Francisco. Dos horas de conversación para ponernos al día y quedar en vernos pronto cuando él venga a Canarias, pues yo, por ahora, no creo que pueda viajar a Estados Unidos. Despedida y cuelgue. Vuelta al trabajo para sumergirme en los asentamientos medievales o las ciudades burguesas europeas, Manhattan y la Barcelona del XIX y las ciudades del siglo XX Chandigarh o Brasilia.
Y llega inexorable la noche del sábado...
Joaquín Sabina, *El café de Nicanor.
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