Hablábamos hace unos días del bodorrio del año, ese que paralizó todo el viernes pasado cuando se casaban el príncipe Williams y su novia. Raudo decía mi interlocutor que no entendía cómo era posible tanta expectación por una boda y que hubiera gente que se pegó toda la mañana frente al televisor para no perderse detalle del acontecimiento. En parte tiene razón, parece que un hecho como éste no es para que se paralice el mundo, pero ¿no estamos ávidos de pasteleo para olvidarnos así de la realidad en la que andamos metidos en los últimos años? Mi argumento en defensa de estos que no perdieron ojo de la boda fue muy simple: ¿y qué me dices de cuando el Madrid ganó no-se-qué hace unas semanas y estuvimos viendo el paseo en guagua, la copa y toda la parafernalia día tras día? ¿y España vacía mientras jugaban el Madrid y el Barcelona? Pues es lo que hay, bodas, fútbol... tanto monta.
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