La crisis, como la guerra de alguna manera, conlleva daños colaterales imprevistos, y no por ello menos desagradables. Estar al borde del crack económico de forma continuada nos obliga, en algunas circunstancias, a tomar deiciones desagradables, inesperadas y duras; encima muchas de estas decisiones desembocan en la incomprensión de los que te rodean, poco acostumbrados a ver como uno piensa en sí mismo, para variar. Hay un amigo que deja de hablarte, por ejemplo, sin tener razón alguna para ello, haciendo más trágico el momento actual de encrucijadas. No sé si es por la edad, por la familia, por mis perras, por mis amigos... pero tendría que liarme la manta y mudarme a vivir a un lugar lejano para, por primera vez en la vida, pensar en mi mismo.
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