Las montañas heladas de la isla de Spitsbergen, la mayor del archipiélago de Svalbard, han perdido 16 metros de masa en 40 años
Antonio Cerrillo Enviado Especial 16/08/2010 Actualizada a las 01:38h
El explorador y científico Fridtjof Nansen tardó tres años (entre 1893 y 1896) en cubrir una ruta entre Siberia y las Svalbard en un histórico (pero frustrado) intento de llegar al polo Norte, pues quedó bloqueado en la nieve y sólo pudo llegar a pie hasta los 86º 14' de latitud norte. Sin embargo, vistas las nuevas condiciones y los deshielos, ese recorrido se podría ahora hacer en sólo seis meses, dados los enormes deshielos en verano. Así lo explica el glaciólogo Olev Orheim ante el portátil que despliega en el barco Fram. Nuestro viaje rumbo a Bellsund (tras comprobar que el hielo mantenía bloqueada la entrada en el fiordo de Horsund) permite observar que buena parte de la banquisa está compuesta por hielos viejos, distinguibles por su azul turquesa intenso. Sin embargo, en general, en el océano Ártico no sólo se reduce su cobertura de nieve, sino que, además, mengua su capa helada. "Entre los años 2004 y 2008, el total del área cubierta por hielo grueso, viejo y de varios años ha retrocedido más de un 40% en el océano Ártico", explica Jan-Gunnar Winther, director del Instituto Polar Noruego. Los hielos gruesos y viejos de varios años están siendo sustituidos por delgados hielos estacionales.
Y como el hielo de una sola temporada es generalmente más delgado que el acumulado durante varios años, eso implica que el volumen del mar helado del Ártico ha disminuido mucho, aunque los científicos admiten que son necesarios más estudios. "Vamos a tener una cobertura de hielo que probablemente estará en el Ártico, al menos, un siglo en invierno, aunque ese hielo invernal será mucho más delgado de lo que era", comenta Mark Serreze, director del Centro Nacional sobre Datos de Hielos y Nieve de la Universidad de Colorado en Boulder (Estados Unidos).
Rumbo a Bellsund, el manto blanco se agolpa en la costa y aparece iluminado por un sol con potentes rayos que se proyectan sobre la superficie marina helada mientras el barco surca aguas cada vez más abiertas entre icebergs. Dejamos atrás los hielos marinos continuos.
Las aves (araos, gaviotas tridáctilas, frailecillos atlánticos) cortejan el barco y señalan el rumbo. Y, en la costa, empieza el desfile de las montañas heladas de las Svalbard rematadas con glaciares. Olev Orheim explica que deshielos de estos glaciares están contribuyendo al ascenso del nivel del mar. El deshielo del casquete polar oceánico no hace subir el nivel del mar, pues se trata de un hielo que ya está en el mar; pero sí lo elevan los deshielos en las regiones ribereñas del océano polar Ártico (Alaska, Canadá, Groenlandia, Noruega o Siberia).
"Los glaciares sujetos a un seguimiento desde hace más tiempo registran en las Svalbard una pérdida neta de unos 16 metros de altura en sólo 40 años", dice Olev Orheim.
Los glaciares Austre Broggerbreen y Midre Lovénbreen han perdido en los últimos 40 años 16 metros de grosor: 40 centímetros al año, según marcan las varillas medidas desde 1967 y 1968, respectivamente, dice Orheim, citando estudios de su colega Jack Kohler. Y el ritmo de pérdida de la masa helada se acelera en los últimos seis años: 60 centímetros de retroceso anual. El último de estos glaciares –el Midre Lovénbreen– acababa sobre la costa a principios de siglo, mientras que ahora el retroceso del frente es muy visible y la lengua de hielo se ha quedado parada tierra adentro.
Un tercer glaciar, el Kongsvegen –con series desde 1987– empieza a tener también una evolución negativa en los últimos seis años, según nos muestra Orheim en su portátil mientras continúa la sucesión de glaciares tras los cristales del barco. La subida de temperaturas (el Ártico experimenta un mayor aumento de temperatura que la media mundial) y una menor precipitación explican la contribución de los deshielos en las Svalbard al aumento del nivel del mar. "Los grandes glaciares están en Groenlandia y la Antártida. El peligro no es la pérdida lenta, sino que lo terrible es la dinámica del proceso. Los glaciares se mueven y algunos caminos entran en el océano. El riesgo es que este proceso se acelere y que los hielos fluyan cada vez más rápido y entren en los océanos, lo que haría aumentar la subida del nivel del mar", dice Mojib Latif, un meteorólogo de la Universidad de Kiel (Alemania) experto en modelos de predicción climática que también está presente en la expedición. El buque echa el ancla al final del fiordo Van Keulen y las zodiacs nos transportan hasta la playa de piedras de Malbukta, al pie del glaciar Finsterwald, un escenario desértico y de montañas nevadas donde el visitante tiene la sensación de estar haciendo un viaje de regreso a la historia de la geología. La playa tiene el aspecto desolado propio de un paisaje modelado por un antiguo río de hielo, pero la mayor perplejidad la provocan unos troncos erosionados al pie de la playa (arrastrados desde Siberia, nos aclaran) cuando todo el territorio está desprovisto de árboles.
Los guías, pertrechados con escopetas por si aparece el oso, nos enseñan en la playa dos barcazas abandonadas de antiguos cazadores balleneros, en una zona custodiada desde un cabaña por un biólogo y un policía en verano. –Pero aquí no tendrán electricidad... –Tienen placas fotovoltaicas, y, en verano, siempre es de día –nos recuerda Olev Orheim.
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