Joaquín Sabina debe estar ronco. Llevo dos días escuchando su música en mi trabajo mañanero, a través de la joya que es Spotify, y el pobre no puede más.
Sabina forma parte de mi vida universitaria como lo son las noches sin dormir en casa de María Luisa o los viajes en barco a Tenerife donde el olor a vómito lo rodeba todo. Colocábamos varias cintas de cassette y empezaban a sonar canción tras canción que se iban repitiendo a lo lardo de cada una de las noches que tardábamos en presentar el proyecto que tocara. Y mientras, María Luisa me repetía siempre las mismas palabras... Joaquín Sabina, el 2º hombre más guapo del mundo; el primero acabó siendo su marido.
Han pasado los años e ignoro si el ínclito sigue estando en los puestos más altos de la belleza masculina o si, por el contrario, mi amiga habrá recuperado la cordura. Tendré que preguntárselo.
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