miércoles, 22 de octubre de 2025

BE WATER, MY FRIEND

Cuando era niño, luego adolescente, la palabra "bullying" simplemente no existía, no había llegado aún la moda de las palabras anglosajonas que ahora absorbemos como esponjas por obra y gracia de Internet y del esnobismo de turno. 
Recuerdo siempre que mi sociomuerto J me decía siempre que en Venezuela odiaban a los americanos pero se morían por ir a América y hablar como ellos, otra inconcebible paradoja de Sudamérica.
Volviendo al bullying, antes llamado acoso o simplemente no llamado de ninguna manera porque de eso no se habla y punto, me quedo impresionado nuevamente con la noticia del suicidio de una niña sevillana de 14 años. Parece que colegio no activó los protocolos, según leo, algo absolutamente impensable el siglo pasado. 
Hoy podemos leer en la misma página del periódico tanto una noticia sobre el robo de unas joyas en el Louvre como el suicidio de una niña. Todo es muy rápido, todo se olvida con la misma velocidad.
El acoso escolar es algo terrible, terrorífico, sobre todo porque ocurre en la etapa más frágil de la vida de una persona, la niñez. Los niños son esponjas y lo absorben todo, es lo que les prepara para la vida de adulto, lo que moldea su personalidad, lo que les insufla valores y miedos. El acoso rompe con todo esto, ataca directamente en la línea de flotación de la personalidad, rompe la autoestima, cambia el carácter, suma el miedo a la propia existencia. Los acosadores, también niños, son el paradigma del abusón, ese odiado personaje de tantos libros y películas que existe de verdad. Contra el abusador poco puede hacerse, la vida no es el cine y ninguno somos Chuck Norris o Bruce Lee, be water, my friend
Un niño acosado debe ser doblemente fuerte si quiere sobrevivir, ha de lidiar con los embates de esa vida que empieza, desconocida toda, y al mismo tiempo encontrar fuerzas para sobrellevar el abuso, cosa harto difícil. El colegio es el lugar donde normalmente se sufre en silencio, o se sufría antes del nuevo léxico y de tanto protocolo, famoso por usarse mal y poco; el lugar donde se aprende a odiar de forma innecesariamente temprana, donde se aprende igualmente a pasar desapercibido. 
Pero se sale del pozo, por supuesto, y se aprende al menos a pasar página, no sé si a perdonar. Uno crece con fuerza porque no queda otra, ¿no dicen que lo que no te mata te hace más fuerte? La pobre niña sevillana no tuvo tanta suerte (¿cómo se puede suicidar un niño? Es terrorífico pensarlo), pero oros muchos sí.
Siempre me he preguntado qué será de los abusones de catálogo cuando se hacen adultos, ¿recordarán sus fechorías? ¿Se verán reflejados ellos en los que puedan abusar de sus hijos? 
Yo no les deseo nada malo, o eso creo. Ya tienen suficiente con arrastrar su cruz.
 
 

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