martes, 20 de abril de 2021

PIEZAS DE PUZZLE

Quien me conoce sabe que no me gusta el fútbol, ni una pizca. No me gusta este deporte, ni lo que lo rodea, ni lo que mueve, nada. Pero es lo que es, otra guerra perdida, imposible aislarse de él. Sí, soy la oveja negra de mi familia. 
Si desde que empezó esta maldita pandemia opté por el plan "información 0", otra manera cobarde cualquiera de huir de la lista de muertos, aunque tarea imposible si uno está vivo y se mueve por este mundo de estúpidos en el que nos hallamos, pese a quien pese. Estas últimas semanas no hago sino leer titulares, siempre titulares que te abordan sin que te des cuenta, sobre algo a lo que llaman "superliga". Hablan de oportunidad, de ingresos, de no-sé-ni-cuántas cosas, toda esa información un un solo titular que da para tanto y más. Superliga que igual podría llamarse cortina de humo, panem o circenses; escoge. Da lo mismo que el béisbol no haya calado en Europa, qué más da si tenemos el fútbol para convertirlo en un nuevo ave fénix a la manera de la NBA norteamericana: competición, espectáculo y ¡negocio! ¿Alguien da más? 
Madrid ha acaparado la política, las vacunas y la recuperación económica queda en un segundo plano (casi hemos perdido la confianza visto el caos y el desorden de la campaña), las fiestas clandestinas proliferan, los bares y restaurantes se buscan la vida -los pueblos se llena de jaimas carreteriles para poder vender un par de cafés- y de los hoteles mejor no hablar. ¿Cómo esperamos superar este caos económico nacional (mundial) si no hemos logrado que la vacunación se convierta en la prioridad número uno del país (mundo)? Oímos hablar de países que ya están comprando vacunas para guardar excedentes mientras el resto del mundo las espera como agua de mayo. Europa avanza convertida en Hidra de Lerna, descabezada; muy atrás quedó como ejemplo de solidaridad. Ni siquiera la interminable lista de muertos, el incierto futuro, ni blanco ni gris, la desafección absoluta por los políticos que nos gobiernan -he aquí la madre de todas las hidras- a los que aprendemos a odiar, nos enseña que éste no es el camino, que nos hemos equivocado encrucijada tras encrucijada. 

Mildford Sound, isla sur de Nueva Zelanda.
(He estado allí, lo prometo)

La lista de maldades sería interminable y deprimente, así que mejor contraataquemos con su antónima, que promete ser aún más larga y fácil de escribir. Tú, algo bueno y yo, perfectos compañeros de viaje. ¿Dije viaje? Me traiciona el subconsciente.
Amor, familia, amigos, perros, gatos, animales, libros, niños, ancianos, árboles, naturaleza, lagos, mares, espacio, medicina, ciencia, campo, playa, belleza, música, ópera, teatro, escritura, deporte, cine, fotografía, arquitectura, solidaridad, compasión, medicina, abrazos, besos, flores, caballos, vacas, aves, peces, ballenas, chocolate, paz, aromas, verde, luz, vida... ¿no les dije que la lista era larga? Y solo hemos empezado con ella. Enumerar la otra lista es absolutamente prescindible e innecesario.

Mis padres, los de mis amigos y ellos mismos se vacunan, algo que me llena de alegría. Lo veo como un gran puzzle que ocupa una mesa entera y que va creciendo hasta desbordarse, pero que solo para de crecer cada vez que una pieza encaja en él. Cada vacuna es una pieza de esperanza, una pieza encajada, un puzzle que deja de crecer. 

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