Que en política todo vale está demostrado, lo vemos una y otra vez, pero yo me resisto a tirar la toalla y aún creo que sí hay lealtad con las ideas que uno tiene, lealtad con los ciudadanos, vocación de servicio público en definitiva. Si después de múltiples elecciones somos capaces de ver como muchos de los perdedores se presentan ante los medios con un ¡hemos ganado! y se quedan tan anchos; ni muchísimo menos para entonar un mea culpa.
Algo que verdaderamente me chirría, y no lo puedo evitar aunque no está en mi juzgar a nadie -que cada cual cargue con su conciencia, pero aquí, prefiero la justicia terrestre a la divina-, es ver cómo la gente se cambia de partido como de zapatos. Hoy son cuadrado hasta la muerte y mañana redondo por arte de magia. ¿Dónde ha quedado la lealtad a las siglas que te han dado de comer y que te han cubierto las espaldas una y otra vez? A saber.
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