miércoles, 1 de mayo de 2019

THE HAPPY PRINCE


Pensaba que con esto de la globalización, de Internet y de que, más que bien, casi todo el mundo habla algo de inglés, se había terminado de una vez esa manía tan española de cambiarle los títulos originales a las películas. Craso error. Veo ayer "La importancia de llamarse Oscar Wilde", un título absurdo por lo obvio y porque el original es el título de uno de los más famosos cuentos del escritos, "El príncipe feliz", o más bien "The happy prince", hilo conductor de la película que narra la última etapa de la vida de Oscar Wilde en su exilio.
Una época dura, llena de necesidades e injusticias, de sinsabores y soledad, que se refleja magistralmente en la película. Algo deprimente, como no podía ser de otra manera, con unos actores estupendos y un guión lleno de guiños a la genialidad del escritor irlandés que pasó dos años en la cárcel, por homosexual, haciendo y deshaciendo nudos. 
Su arresto en el Hotel Cadogan se produjo en mayo de 1885, tres meses después del estreno en el Strand, la famosa calle de los teatros londinenses, de La importancia de llamarse Ernesto. Las consecuencias de la noticia fueron inmediatas y el di rector del teatro retiró la obra del cartel. Wilde abandonó Reading en 1887. Tres años después, el poeta y dramaturgo irlandés, dueño de la más exquisita ironía y el máximo orgullo "He puesto toda mi genialidad en mi vida; en mis obras sólo está mi talento"declaró un día-, decidió exiliarse en París, donde falleció en el más absoluto olvido en 1900. (Wikipedia)

Descubrí a Oscar Wilde cuando, de adolescente, me hice socio de la Casa de la Cultura, la mejor biblioteca pública de Santa Cruz de Tenerife. Mi primer libro fue "El retrato de Dorian Gray", su única novela, para después desguir con sus obras de teatro, cuentos y su famoso "The Profundis" y el último poemario antes de morir en París. Leerlo es un placer enorme.

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