domingo, 5 de mayo de 2019

REFLEXIÓN POSTELECTORAL


IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA
04/05/2019 00:17 | Actualizado a 04/05/2019 11:09

Cuando se analizan los resultados del pasado domingo por partidos, resulta evidente la recuperación del PSOE con respecto a las elecciones del 2015 y el 2016. El Partido Socialista, además, aparece como primera fuerza política en todas las comunidades autónomas salvo en Catalunya, Navarra y el País Vasco.

Este predominio del PSOE se debe fundamentalmente a la división de la derecha. En realidad, el porcentaje de voto del PSOE en el 2019 es el mismo que obtuvo en el 2011 (28,7% y 28,8%, respectivamente). Sin embargo, con ese mismo resultado de los socialistas, en el 2011 el PP se impuso por mayoría absoluta y el PSOE pasó a la oposición después de casi ocho años de gobierno con José Luis Rodríguez Zapatero al frente. La política cambia tan deprisa que lo que en el 2011 se consideró una derrota estrepitosa, en el 2019 se celebra como una victoria resonante.

Conviene, pues, poner los resultados electorales en perspectiva. Si nos fijamos en los dos grandes bloques ideológicos, los de la izquierda y la derecha, y nos olvidamos de las siglas partidistas por un momento, la imagen que aparece es la de una España profundamente dividida, con una modesta ventaja de la izquierda. La derecha vence en Aragón, las dos Castillas, Extremadura, Madrid, Murcia y La Rioja (son todas comunidades interiores, salvo Murcia). Hay una situación de empate en Andalucía y Valencia. Y la izquierda lleva ventaja en Asturias, Baleares, Cantabria y Galicia, así como en Catalunya y el País Vasco (son todas comunidades periféricas, con costa). (Navarra y Canarias son casos algo más complejos que dejo fuera del análisis por problemas de espacio).

Para entender esta división ideológica, es preciso introducir la cuestión nacional o territorial. En estos momentos, la derecha es más fuerte allí donde el nacionalismo español es más intenso, es decir, en aquellas zonas en las que el sentimiento de pertenencia a España no compite con otras identidades regionales o nacionales (en el interior, es decir, en las dos Castillas, en Extremadura, en Madrid). Y la izquierda alcanza su mayor nivel de apoyo en las dos comunidades en las que un nacionalismo distinto al español es dominante, Catalunya y el País Vasco. En el País Vasco, la suma de PSOE-PSE, Podemos y Bildu supone el 54,2%, frente al 43,7% de PNV, PP, Ciudadanos y Vox. A mi juicio, las políticas sociales que desarrolla el PNV lo colocan más bien en el centroizquierda o en el centro, no en la derecha, por lo que si quitáramos a este partido del bloque de la derecha, la diferencia entre los dos bloques sería mucho mayor. En Catalunya, la suma de PSC, Podemos y ERC alcanza el 62,7%.

El proyecto de la derecha nacionalista española se encuentra con un muro infranqueable en el País Vasco y Catalunya. Como es bien sabido, PP, Ciudadanos y Vox no han conseguido un solo escaño en el País Vasco. En Catalunya, el PP ha obtenido un único diputado, Vox otro y Ciudadanos cinco (de un total de 48). La derecha española se ha hundido completamente en los dos territorios que pueden considerarse naciones propias con mayor propiedad. No siempre fue así. En las elecciones del 2000, cuando el nacionalismo español de José María Aznar estaba todavía en fase incipiente, el PP obtuvo un 28,3% en el País Vasco y un 22,8% en Catalunya. A medida que el nacionalismo excluyente del PP fue consolidándose, la presencia del partido en estos dos territorios fue menguando, hasta su práctica desaparición el pasado domingo.

El nacionalismo español conservador, centrado en la negación de la pluralidad nacional, ha crecido en el resto de España a base de vaciarse en el País Vasco y Catalunya. A pesar de los formidables recursos mediáticos e intelectuales con los que cuenta, no posee la potencia necesaria para asimilar a estas dos comunidades.

El PP y sus terminales mediáticas han puesto tanta presión en la cuestión nacional que la situación se ha descontrolado con la aparición de un partido ultranacionalista como Vox. Vox ha dividido el voto de la derecha y ha permitido, mediante una curiosa carambola, que el PSOE aparezca como el partido político más sólido y con mayor apoyo popular.

El PSOE de Pedro Sánchez se ­enfrenta ahora a una situación complejísima. Para superar el problema territorial, tiene que ir más allá de las buenas intenciones y atreverse a ofrecer una reforma ­institucional que de una vez reconozca la realidad plurinacional de España. Contará para ello con el apoyo de Podemos y buena parte del nacionalismo no español.

La mayor dificultad es la división interna del electorado socialista. Hablando en términos aproximados, alrededor de un 40% de sus votantes sería favorable a la España plurinacional, pero el 60% restante, el que habita sobre todo en los territorios del in­terior, se sitúa más próximo a las tesis del ­nacionalismo español excluyente. Cambiar esa correlación de fuerzas exige un esfuerzo im­portante de liderazgo ideológico y la apertura de un debate profundo ­sobre la cuestión, en el que el Partido Socialista defienda con claridad las razones de su rechazo al na­cionalismo español hoy dominante. El PSOE siempre ha presumido de ser el partido que más se parecía a ­España: pues bien, España es irreductiblemente plurinacional, por más que la derecha intelectual se empeñe en ­demonizar toda manifes­tación de ­nacionalismo que no sea el español.

Si el PSOE continúa atemorizado ante la reacción crispada de la derecha nacionalista española, acabará perdiendo la ventaja coyuntural que ha obtenido en estas elecciones. Y, lo que es más importante, el país continuará bloqueado y consumido por una polarización política sin precedentes. En última instancia, esta situación de enfrentamiento territorial impide que España afronte los ­de- safíos más urgentes en materia econó­mica, social y de cambio climático. Para que se puedan realizar las transformaciones profundas que necesita el país, es preciso salir del bucle nacional en el que nos hallamos inmersos.

El mal cálculo
La estrategia de las derechas españolas ha consistido en ganar votos en el interior de España mediante una campaña histérica centrada en Catalunya y el País Vasco (el eje del mal compuesto por Puigdemont, Torra, Rufián y Otegi). El resultado ha quedado por debajo de sus expectativas: los tres partidos, PP, Ciudadanos y Vox, están muy lejos de sumar una mayoría absoluta. La jugada les ha salido mal, en buena medida por la reacción de los votantes en Catalunya y el País Vasco, que se han movi­lizado masivamente en contra de los partidarios del 155 indefinido. No deja de ser irónico que la derecha haya conseguido aumentar las diferencias entre los sistemas de partidos de Catalunya y el País Vasco y el sistema español. ¿Realmente piensa la derecha que la mejor manera de garantizar la unidad de España es conseguir el rechazo casi absoluto de las ciudadanías vasca y catalana?

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