Las cosas van bien, funcionan, las piezas encajan, entonces... ¿qué necesidad hay de cambiarlas? ¿por qué inventar problemas donde no los hay? Pues ese parece ser el devenir normal del trabajo, encontrar un problema o inventarlo para fastidiar la receta y que la tarta no suba. Y no entiendo la razón. Sí, bueno, quizá sí la sepa, el poder, el dichoso poder: yo tengo el mando y, te recuerdo, lo utilizo cuando quiera y como quiera.
Trabajar disgustado no es agradable, parece que nadie se da cuenta de esto. Nuestro rendimiento es mayor cuando estamos contentos, cuando los jefes hacen su trabajo y los compañeros se apoyan. Esto es lo ideal, lo sé, pero no es muy difícil, únicamente hay que proponérselo y dejar las ansias de poder y la soberbia a un lado.
Estoy divagando, sí, mejor lo dejo, que sea lo que tenga que ser.
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