No compres ese perro
Arturo Pérez-Reverte. PATENTE DE CORSO
http://www.xlsemanal.com/firmas/20121223/compres-perro-4347.html
No seas imbécil. Ni desaprensivo. No hagas
posible que dentro de unos meses algunos te mentemos a la madre al cruzarnos
con el resultado de tu indiferencia y tu estupidez. Piénsalo mucho antes de dar
el paso irreversible; de complicarte una vida que luego pretenderás solucionar
por el camino más fácil. Aún puedes evitarlo. Impedir que te despreciemos, e
incluso despreciarte a ti mismo cuando te mires en el espejo. Ya sé, de todas
formas, que el autodesprecio es relativo. Tarde o temprano, hasta con las
mayores atrocidades en la mochila, siempre nos las apañamos para ingeniar
coartadas, justificaciones. Conozco a pocos que, hagan lo que hagan -desde
faenas elementales hasta cargarse al prójimo-, no acaben durmiendo a pierna
suelta tras unos pocos ejercicios de terapia personal. Aun así, permite que te
lo explique antes de que ocurra, primero, y después se te olvide. Resumiendo:
intenta no convertirte, innecesariamente, en un hijo de la gran puta.
Sé que tus niños quieren un perro. Que les hace una
ilusión enorme y te dan la matraca desde hace mucho. Que tu hija, por ejemplo,
te hace babear cuando te abraza y pide una mascota. O que te acabas de separar
de tu legítima, y crees que regalándole al crío un animal, y paseando con él
los fines de semana, podrás recuperar el terreno perdido, o no perderlo en el
futuro. Hay mil razones, supongo. Un montón de circunstancias por las que has
pensado comprar un perro estos días, para tus hijos. O para tu mujer. Tal vez
para ti mismo. Un perro en casa, por Navidad.
Déjame contarte, porque de eso sé algo. He tenido
cinco perros, así que calcula. Y no hay nada en el mundo como ellos. No hay
compañía más silenciosa y grata. No hay lealtad tan conmovedora como la de sus
ojos atentos, sus lengüetazos y su trufa próxima y húmeda. Nada tan asombroso
como la extrema perspicacia de un perro inteligente. No existe mejor alivio
para la melancolía y la soledad que su compañía fiel, la seguridad de que
moriría por ti, sacrificándose por una caricia o una palabra. He dicho muchas
veces que ningún ser humano vale lo que un buen perro. Cuando uno de nosotros
muere, no se pierde gran cosa. La vida me dio esa certeza. Pero cuando desaparece
un perro noble y valiente, el mundo se torna más oscuro. Más triste y más
sucio.
Es muy posible, naturalmente, que aciertes. Que,
tras pensarlo bien, tomes la decisión y asumas las consecuencias con feliz
resultado. Que comprar un perro para tus hijos, para tu mujer o para ti sea un
acierto. Que su compañía cambie vuestra vida para bien. Que os haga más
conscientes de ciertas cosas. A menudo, un perro acaba haciéndote mejor
persona. Te hace sentir cosas que antes no sentías. Sin embargo, no siempre es
así. Un perro en el lugar inadecuado puede volverse un drama. Una incomodidad
para ti y los tuyos. Y una tragedia para él.
Permíteme imaginar lo que podría ocurrir. Que
vayas a la tienda, elijas a un perrito delicioso, y eso te valga gritos de
alegría y besos familiares. No hay nada tan simpático como un cachorrillo. Al
principio todo serán incidentes graciosos y situaciones tiernas. Luego, si
vives en piso pequeño o lugar inadecuado, las cosas pueden ser diferentes. Un
perro exige cuidados, gastos, paseos, limpieza, comida. No aparece y desaparece
cuando conviene. Es un miembro de la familia con derechos y necesidades, que
exige pensar en él cuando se planean vacaciones, e incluso una simple salida al
cine o a un restaurante. A eso añádele la educación. Un perro mal educado puede
convertirse en una pesadilla familiar y social. Además, cada uno, como las
personas, tiene su carácter. Punto de vista y maneras. Eso exige un respeto que
no todos los humanos somos capaces de comprender.
A estas alturas, sabes dónde voy a parar. Si
eres de esa materia miserable de la que estamos hechos buena parte de los seres
humanos, acabarás abandonándolo. Un viaje en coche a un campo lejano, una
gasolinera, una cuneta. Abrir la puerta para que baje y seguir tu camino,
acelerando sin atender los ladridos del chucho que correrá tras el automóvil
hasta quedar exhausto, desorientado, incapaz de comprender que su mundo acaba
de romperse para siempre. El resto no hace falta que lo detalle, pues lo sabes
de sobra: él nunca lo haría, y todo eso. Los niños preguntando dónde está el
perrito, papi, y tú oyendo aún esos ladridos que dejabas atrás. Avergonzado de
ti mismo, o tal vez no. Ya dije antes que un rasgo del perfecto hijo de puta es
arreglárselas para que sus actos acaben por no avergonzarlo en absoluto. Así
que voy a pedirte un favor. Por ti, por mí, por tus hijos. Antes de ir a la
tienda de mascotas esta Navidad, mírate al espejo. Y si no te convence lo que
ves, mejor les compras un peluche.
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