El grafiti de una jirafa que
enfrenta al Ayuntamiento de Granada y al Banksy local
Una caja de cables inspiró a 'El
Niño de las Pinturas' para crear una de sus pinturas urbanas. La borraron, pero
ya está de vuelta.
http://verne.elpais.com/verne/2016/02/05/articulo/1454698711_413983.html?rel=cx_articulo#cxrecs_s
Hay algunos que cuando ven una
caja de electricidad y una hilera de cables viejos recorriendo una fachada solo
ven una muestra de dejadez. El Niño de las Pinturas, no. Este grafitero
granadino vio una cabeza de jirafa y le pintó el cuerpo sobre una pared
desconchada del barrio del Realejo de Granada. La semana pasada, reparaciones
en la fachada cubrieron la jirafa de pintura.
Pero hace unos días la jirafa ha vuelto sobre el muro amarillo, y el barrio lo
celebra.
La historia de la jirafa viene de
lejos. Fue en 2002 cuando una mañana la
pared amaneció con la que llaman 'jirafa cablejera' en la zona alta
de la calle Molinos de Granada. Al igual que muchos de sus grafitis hermanos en
el barrio del Realejo, se fue haciendo un hueco entre los vecinos. El Niño de
las Pinturas, que en realidad se llama Raúl, es un vecino más y pasea
continuamente por estas calles, y de vez en cuando intenta alegrar una pared
con una nueva idea. Pero la historia de la jirafa se truncó la semana pasada,
cuando una vecina, Margarita Martínez, avisaba al grafitero de que unas obras
de mantenimiento en la fachada habían enterrado a la jirafa bajo una capa de
pintura.
“Propongo que vayamos esta noche
a poner velas, flores y cartas de despedida. Voy a proponerle al Coro de la
Orquesta Ciudad de Granada que esta noche, después del ensayo a las 23, vayamos
a cantar la Lacrimosa del Réquiem de Mozart. ¿Alguien se anima a grabarlo?”,
decía Martínez en su perfil. Y así fue. Esa noche, cinco miembros del coro que
suele actuar en el Auditorio Manuel de Falla se plantaron ante la pared e interpretaron
el fragmento de la obra de Mozart. A su lado, de incógnito, El Niño de las
Pinturas les estaba grabando, como él mismo confiesa.
El propio grafitero lo publicó en su Facebook
y las respuestas no se hicieron esperar. Mensajes de apoyo e invitaciones a que
la jirafa volviera. Un usuario decía: “Conozco de gente que viene al barrio
solamente por el recorrido grafitero del Realejo. Aún paso por la esquina del
Teatro Alhambra y recuerdo el barco fantasma que aparecía al caer la noche,
cuando los garabatos y las sombras creaban esa obra de arte”. Otros animaban a
que Granada se convirtiera en “una jungla de animales de colores”.
El Niño de las Pinturas vive en
un tira y afloja continuo con el consistorio granadino. En verano del año
pasado consiguió vencer al ayuntamiento en un largo litigio de tres años por
una pintura en la fachada del Tablao
La Faraona, en una cueva del Sacromonte. El grafitero fue
interrumpido entonces por la Policía antes de que terminara la obra –un retrato
de Carmen Amaya-, que tenía consentimiento del propietario, pero que para el
consistorio es una infracción grave. Lo mismo le pasó en 2010 con otro mural en
la calle Vistilla de los Ángeles.
Según una ordenanza municipal, se prohíben “las pinturas murales de carácter
artístico, para lo que precisará contar con la autorización de su propietario y
de la Alcaldía”. El consistorio le obligaba a pagar una multa de 900 euros,
pero el pasado verano el tribunal falló a favor del artista. En total, se
calcula que acumula 5.000 euros en multas.
En el caso de la jirafa, el
grafitero dice que el propietario está de acuerdo con su pintura, ya rehecha en la fachada
repintada, pero queda la duda de su legalidad, ya que el ayuntamiento impide
realizar estas acciones sin haber recibido permiso municipal. Mientras el
consistorio de Granada y El Niño de las Pinturas siguen buscándose las vueltas,
la gente que pasea por el Realejo sigue admirando estos murales que han llenado
los rincones de su barrio. A veces se puede ver a El Niño retocando sus obras:
“suelo restaurar las pinturas que puedo, constantemente, si no muchas de ellas
ya no estarían. Me gusta verlas y ver el trabajo de otras personas”.
Para Raúl, no hay en sus pinturas
un mensaje concreto, sino que es “un todo abstracto que se va entregando por
fascículos”. “Si alguien que pasea se para un segundo a ver qué es eso, si se
pasea por las letras, los colores y las roscas durante un momento, es posible
que dentro de sí todo eso tenga un sentido, o no. Como sea, lo importante no es
lo que quiero que se le diga a nadie, esto es simplemente una conversación, que
es mucho mejor. Gracias a Internet, mucha gente ha "contestado" en
este diálogo al autor, y le aseguro que esto es de lo más bonito que hay”,
explica el grafitero.
Y en Nueva York, estos días se
recuerda a este grafitero en el año que se celebra el 80 aniversario de la
muerte de Lorca. Allí, están encantados de que el artista cubriera la fachada
entera de un edificio con una fiesta de color
en torno al retrato del poeta.
♫
Mi homenaje:
Requiem de Mozart, *Lacrimosa.
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