martes, 9 de febrero de 2016

POR UNA JIRAFA


El grafiti de una jirafa que enfrenta al Ayuntamiento de Granada y al Banksy local
Una caja de cables inspiró a 'El Niño de las Pinturas' para crear una de sus pinturas urbanas. La borraron, pero ya está de vuelta.
http://verne.elpais.com/verne/2016/02/05/articulo/1454698711_413983.html?rel=cx_articulo#cxrecs_s

Hay algunos que cuando ven una caja de electricidad y una hilera de cables viejos recorriendo una fachada solo ven una muestra de dejadez. El Niño de las Pinturas, no. Este grafitero granadino vio una cabeza de jirafa y le pintó el cuerpo sobre una pared desconchada del barrio del Realejo de Granada. La semana pasada, reparaciones en la fachada cubrieron la jirafa de pintura. Pero hace unos días la jirafa ha vuelto sobre el muro amarillo, y el barrio lo celebra.
La historia de la jirafa viene de lejos. Fue en 2002 cuando una mañana la pared amaneció con la que llaman 'jirafa cablejera' en la zona alta de la calle Molinos de Granada. Al igual que muchos de sus grafitis hermanos en el barrio del Realejo, se fue haciendo un hueco entre los vecinos. El Niño de las Pinturas, que en realidad se llama Raúl, es un vecino más y pasea continuamente por estas calles, y de vez en cuando intenta alegrar una pared con una nueva idea. Pero la historia de la jirafa se truncó la semana pasada, cuando una vecina, Margarita Martínez, avisaba al grafitero de que unas obras de mantenimiento en la fachada habían enterrado a la jirafa bajo una capa de pintura.
“Propongo que vayamos esta noche a poner velas, flores y cartas de despedida. Voy a proponerle al Coro de la Orquesta Ciudad de Granada que esta noche, después del ensayo a las 23, vayamos a cantar la Lacrimosa del Réquiem de Mozart. ¿Alguien se anima a grabarlo?”, decía Martínez en su perfil. Y así fue. Esa noche, cinco miembros del coro que suele actuar en el Auditorio Manuel de Falla se plantaron ante la pared e interpretaron el fragmento de la obra de Mozart. A su lado, de incógnito, El Niño de las Pinturas les estaba grabando, como él mismo confiesa.
El propio grafitero lo publicó en su Facebook y las respuestas no se hicieron esperar. Mensajes de apoyo e invitaciones a que la jirafa volviera. Un usuario decía: “Conozco de gente que viene al barrio solamente por el recorrido grafitero del Realejo. Aún paso por la esquina del Teatro Alhambra y recuerdo el barco fantasma que aparecía al caer la noche, cuando los garabatos y las sombras creaban esa obra de arte”. Otros animaban a que Granada se convirtiera en “una jungla de animales de colores”.
El Niño de las Pinturas vive en un tira y afloja continuo con el consistorio granadino. En verano del año pasado consiguió vencer al ayuntamiento en un largo litigio de tres años por una pintura en la fachada del Tablao La Faraona, en una cueva del Sacromonte. El grafitero fue interrumpido entonces por la Policía antes de que terminara la obra –un retrato de Carmen Amaya-, que tenía consentimiento del propietario, pero que para el consistorio es una infracción grave. Lo mismo le pasó en 2010 con otro mural en la calle Vistilla de los Ángeles. Según una ordenanza municipal, se prohíben “las pinturas murales de carácter artístico, para lo que precisará contar con la autorización de su propietario y de la Alcaldía”. El consistorio le obligaba a pagar una multa de 900 euros, pero el pasado verano el tribunal falló a favor del artista. En total, se calcula que acumula 5.000 euros en multas.
En el caso de la jirafa, el grafitero dice que el propietario está de acuerdo con su pintura, ya rehecha en la fachada repintada, pero queda la duda de su legalidad, ya que el ayuntamiento impide realizar estas acciones sin haber recibido permiso municipal. Mientras el consistorio de Granada y El Niño de las Pinturas siguen buscándose las vueltas, la gente que pasea por el Realejo sigue admirando estos murales que han llenado los rincones de su barrio. A veces se puede ver a El Niño retocando sus obras: “suelo restaurar las pinturas que puedo, constantemente, si no muchas de ellas ya no estarían. Me gusta verlas y ver el trabajo de otras personas”.
Para Raúl, no hay en sus pinturas un mensaje concreto, sino que es “un todo abstracto que se va entregando por fascículos”. “Si alguien que pasea se para un segundo a ver qué es eso, si se pasea por las letras, los colores y las roscas durante un momento, es posible que dentro de sí todo eso tenga un sentido, o no. Como sea, lo importante no es lo que quiero que se le diga a nadie, esto es simplemente una conversación, que es mucho mejor. Gracias a Internet, mucha gente ha "contestado" en este diálogo al autor, y le aseguro que esto es de lo más bonito que hay”, explica el grafitero. 

Y en Nueva York, estos días se recuerda a este grafitero en el año que se celebra el 80 aniversario de la muerte de Lorca. Allí, están encantados de que el artista cubriera la fachada entera de un edificio con una fiesta de color en torno al retrato del poeta.
Mi homenaje: 
Requiem de Mozart, *Lacrimosa.

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