lunes, 9 de abril de 2012

LA HOGUERA DEL CAPITAL

"La Unión Europea ha sido una ruina en términos democráticos"
Vicente Verdú profundiza en la sociología de la crisis con una dosis de optimismo en ‘La hoguera del capital’, ensayo ganador del premio ‘Temas de hoy’
Silvia Hernando Madrid 2 ABR 2012 - 20:45 CET
 
La crisis. Solo dos palabras para expresar y resumir, sin necesidad siquiera de verbo, los últimos cuatro años y su devenir económico, político y social. Pero aunque con la simple mención de la crisis se puede sugerir mucho, también se hace necesario profundizar; escarbar en sus causas, sus consecuencias y, por necesidad, en sus posibles soluciones. Del lado financiero, estas han sido examinadas por expertos y gurús desde los más diversos y divergentes puntos de vista. Las políticas se discuten prácticamente a diario en los parlamentos, pero también en los periódicos, las tertulias de la tele y la radio, en los bares y en medio de las ya comunes manifestaciones populares. Las redes sociales que entretejen y albergan el sistema las ha analizado Vicente Verdú en su último trabajo, La hoguera del capital, con el que el periodista y escritor ha ganado el premio Temas de Hoy de Ensayo, dotado con 60.000 euros.
Las nuevas relaciones familiares, las modernas redes de comunicación, las crecientes desigualdades en el poder adquisitivo y el papel de los políticos y las instituciones son algunos de los sostenes del constructo sociológico que Verdú edifica para llegar a una conclusión optimista: vamos a salir de esta. Y lo haremos mejor de lo que entramos, y por ello como una sociedad diferente. “La confianza que expreso es la confianza en la especie humana, que ha sido una especie superlativa en la evolución, y que ha prosperado gracias a la cooperación”, apunta el escritor. “Nos gusta comunicarnos, y esta época hace muy patente el deseo de comunicación”. Para ello, existe una tecnología sin parangón en la historia, que permite conexiones y asociaciones instantáneas y en todos los rincones del planeta.
La Red, además, ha ejercido una influencia definitoria en los hábitos de consumo, no solo en lo que se refiere a lo material, sino también entre individuos. “Ahora, a través de Internet puedes relacionarte con una persona sexualmente, con otra para jugar al fútbol y con otra para hacer negocios”, señala Verdú. “Consumes de cada cual la porción que te aporta bienestar en una reacción de individualismo. Ante eso, el capitalismo, como organismo vivo, trata de adaptarse al medio”. Pero, pese a que ahora resulta más fácil transmitir las ideas, no todo el mundo cuenta con las mismas posibilidades de acción. “Todas las crisis han coincidido con grandes desigualdades de la renta”, sostiene, “lo que está dando lugar a una generación de gente empobrecida que quizá no pueda participar en el cambio”.
La tesis de Verdú para el nuevo mundo incluye también una buena dosis de feminismo y democracia participativa: unos valores que ya han promovido fenómenos de protesta como el 15-M. “Estos movimientos son positivos, porque representan la encarnación de un malestar. Pero al no tener meta, es difícil que tengan mucho impulso”.
Las mujeres, la mitad del coreado 99%, buscan una igualdad que no representa, opina el autor, un paso adelante para erradicar el agravio milenario al que han sido sometidas. “Tienen que reivindicar la diferencia, que es una bandera mucho más firme”, propone. Y a la hora de participar en la toma de decisiones comunes, hombres y mujeres con una sola voz, lo mejor es hacerlo desde el ámbito de lo pequeño. “Instituciones como la Unión Europea han sido una ruina en términos democráticos, porque la participación ciudadana es cero”.
Para suplir no solo a las organizaciones políticas, sino también a sus integrantes “descompuestos”, el escritor propone agruparse en pequeñas sociedades independientes e interconectadas, con líderes con nombre y rostro: “Los partidos políticos buscan el poder y sus intereses. Lo racional sería que se presentaran personas, y no partidos”.
La hoguera del capital —“un nombre que alude al hecho de que nos estamos quemando con unas políticas infernales”—, cierra sus páginas con la reivindicación de una mejor Educación, “que es indispensable, pero no es la única palanca que lo cambia todo”. En ese contexto, los más jóvenes se alejan con cada vez mayor rapidez del ideal de conocimiento que se imparte en las escuelas. “El alto fracaso y absentismo se deben a que no hay interés por lo que se enseña, porque las materias son vetustas”. Para actualizarlas, no basta con reciclarlas: hay que modificarlas de base. Y con esa transformación, llegarán los primeros resultados: “Hasta que los que tienen ahora 14 o 15 años den clase, las cosas no cambiarán”.

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