lunes, 26 de julio de 2010

COMO EN SICILIA


Todo pueblo que se precie debe tener su romería, su procesión y sus fuegos artificiales. El mío no podría ser de otra manera y heme aquí inmerso en sus fiestas. Esta noche, mientras trabajaba un rato en el despacho, frente a la ventana abierta, he podido disfrutar de unos modestos fuegos artificiales y de una pequeña procesión amenizada por la banda de música de rigor -la música siempre se agradece- y las parpadeantes luces azules de policía que terminaban el cortejo. Desde lejos me recordó a una de esas procesiones del sur de Italia, esta vez sin la música de Nino Rota.
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