sábado, 31 de julio de 2010

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La España profunda y torera
JUAN GARCÍA LUJÁN elcorreillo@canariasahoraradio.com
Qué poco duro el patriotismo español rojigualda. Cuánta debilidad había en ese sentimiento que había impregnado todos los corazones. ¿Dónde está aquella Cataluña que había sido conquistada con un ejército de once hombres que disparaba un balón desde Sudáfrica? Los mismos que convirtieron el apoyo a un equipo de fútbol en la consolidación de una especie de espíritu nacional hispano volvieron a sacar su patria en un debate sobre la tortura a los animales.
La mayoría absoluta del Parlamento catalán votó ayer la abolición de las corridas de toros. Una iniciativa legislativa popular que había llegado al Parlament respaldada por 180.000 ciudadanos. Un ejercicio democrático que en Canarias sólo hemos disfrutado de la primera parte: llegan las firmas ciudadanas, pero la mayoría parlamentaria siempre las entierra. La España profunda volvió a mostrarse en periódicos, tertulias de radio y televisivas. La derecha más rancia sigue empeñada en patrimonializar el nombre de España, su cultura, su bandera y sus fiestas.
O aceptas lo que ellos piensan o van al Tribunal Constitucional. Da igual lo que diga el Parlamento de Cataluña, da igual lo que se exprese en un referéndum popular o lo que se vote por mayoría en el Congreso de los Diputados, te sacan la Constitución que muchos de ellos no votaron igual que Fraga sacaba los principios fundamentales del Movimiento.
Pasado el mundial de Sudáfrica los versos de Machado volvieron a salir a la calle: Españolito que vienes, al mundo te guarde dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón. La tregua acabó con el beso de Casillas y Sara Carbonero. Dicen toros, pero es España, así se titulaba el editorial de ayer del ABC. Aplicando la misma lógica Canarias ya no es España porque aquí también están prohibidas las corridas de toro. Que las raíces de una cultura se basen en la exhibición de la tortura a un animal me da miedo. Me da igual que sean peleas de gallo, corridas de toro o peleas de perro, me da igual que la tradición venga de los romanos, los moros o los bereberes, no se puede llamar fiesta a la tortura y el asesinato público de un animal.
Algunos titulares periodísticos de ayer son un ejemplo de la manipulación del lenguaje “Muerte a los toros”, “quieren matar a los toros”, “la estocada a los toros”, son titulares que hacían alusión a una iniciativa parlamentaria que precisamente lo que planteaba es la defensa de la vida frente a la muerte. Los que matan a los toros son los toreros, no los que quieren proteger a los animales. Y volvieron a erigirse en defensores de la libertad y sacaron el lema de Mafalda “prohibido prohibir”. Hasta el presidente catalán Montilla justificó su voto contrario a la abolición del toreo “porque respeto la libertad”.
Cuenta la historiografía cristiana que cuando ardió Roma el emperador Nerón echó la culpa del incendio a los cristianos. Como castigo fueron apresados muchos cristianos, los quemaban y sus cuerpos ardiendo servían de farolas nocturnas. Después llegó el espectáculo de soltar a los cristianos a los leones. El público acudió a aquellas fiestas en el coliseo romano. Seguramente aquellos romanos también sintieron que recortaron su libertad el día que dejaron de celebrar aquel espectáculo en el que los leones se comían a los cristianos.
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Los toros
JOSÉ A. ALEMÁN
Siempre me ha maravillado, por así decir, la facilidad de los políticos españoles para montar carajeras por casi nada. Es el caso de los toros en el que el PP acaba de resucitar su “se rompe España” con las dosis habituales de engaño y mentira para traerse al pie a los electores menos avisados y a los aficionados a la “fiesta nacional”, denominación que no sé de dónde salió pero que desprende un tufo que tira para atrás de autoría ultranacionalista española.
De muy jovencito leí un libro titulado, si mal no recuerdo, Escritos antitaurinos. Me parece que su autor era Noel Clarasó que hacía una descripción tan pormenorizada de los sufrimientos del toro durante la lidia que no me quedó duda de que era un espectáculo bárbaro, por mucho arte que digan. Por si fuera poco, el espectáculo de la tortura y muerte del animal lo utilizaron por esos mundos escritores y viñetistas como trágica alegoría de la brutalidad del régimen franquista. Esta relación funciona todavía y no creo que tenga mucho recorrido, si es que llega a intentarlo, la idea de Rajoy de promocionar los toros como patrimonio de la Humanidad. Porque las corridas de toros, guste o no a sus partidarios, es para demasiada gente reflejo de una barbarie de la que España no acaba de librarse.
Sé que hay peperos a los que no le van los toros o no están por la labor de calentarse la cabeza con este asunto y no ven bien la actitud de Rajoy para arañar votos en defensa de lo que considera una seña de identidad, nada menos. Quizá sea por eso, para arañar votos, que el PP le ha añadido ingredientes “movilizadores”. Como el del anticatalanismo que hace de la prohibición de las corridas una vuelta de tuerca del independentismo catalán. Sería ingenuo no ver que hay sectores que andan en esos registros, pero tampoco puede ignorarse el hecho de que si el independentismo catalán hace diez años o quince años era irrelevante, la torpezas de ultranacionalismo español, que ha bloqueado la idea del Estado plurinacional al que aspiraban muchos catalanes, lo ha “normalizado” y convertido en la opción con posibilidades que no era hace menos de dos décadas. Si para Esperanza Aguirre los catalanes profundizan el foso que los separa del Estado, éstos se muestran cada vez más convencidos de que España no los acepta como son sino como quiere que sean el excluyente nacionalismo español mesetario. Cautivo y desarmado. La guinda la puso Mayor Oreja que considera la prohibición de los toros venganza catalana por el éxito de la selección española de fútbol en Sudáfrica. Manda huevos.
Al anticatalanismo añadió el PP el ingrediente no menos acreditado de Zapatero malo. Notable falta de caridad cristiana porque, si no tiene poco encima el hombre en cuanto responsable único de la crisis económica mundial que Rajoy se dispone a remediar, ahora lo hacen instigador del proceso que arrancó de una iniciativa popular (no del PP) y culminó el otro día en el Parlament. Pretenden ignorar los peperos que la mayoría de los psocialistas (incluido Montilla) votaron contra la prohibición e ignoran que lo mismo hicieron no pocos diputados de CiU porque eso les rompe el esquema anticatalanista.
Para qué seguir con un asunto que es de ellos, allá. Ahora me tomaré libre agosto sin la menor esperanza de que a la vuelta vaya todo mejor. Tiene lo suyo que entre los optantes a sustituir la vieja serpiente de verano este el toro.

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