Queridos todos:
Esta será, posiblemente, la penúltima de mis crónicas desde Nueva Zelanda; el viaje toca a su fin y hoy, día 2 de noviembre de 2009, y depués de 4.800km hemos llegado a Christchurch, la ciudad más importante de la isla sur, con la intención de pasar aquí los últimos tres días del viaje. Es la primera vez que llegamos al punto de destino fijado antes de las 7 de la tarde/noche, por lo que decidimos tomarnos un descansito y tirarnos en el camping después de haber dado una vuelta por las zonas costeras de la ciudad, una estupenda playa en la zona de Sumner, donde algunos niños atrevidos osaban bañarse, eso sí con trajes de neopreno, la última moda en bañadores en estas zonas del planeta, por lo menos hasta que llega el verano. El trayecto ha sido agradable y nada pesado, con algunas paradas en la Península de Otago para ver pingüinos (nada de nada) y en otro pueblo costero, Oamaru, donde tampoco los vimos. Al final parece que los pingüinos se resisten a ser vistos y nos hemos de conformar con el que vimos (¿o eran más?) en el crucerito por el fiordo de hace unos días. Aquí no son pingüinos emperadores sino unos de ojos amarillos o azules, mucho más pequeños. Sí vimos, en cambio, una zona amplia de albatros reales. Anteriormente habíamos visitado la ciudad de Dunedin y aprovechamos para hacer alguna compra y sushi, muy muy barato, para almorzar y cenar. Al día siguiente paramos en una playa con formaciones rocosas muy viejas, Moeraki Boulders, rocas gigantes de 65 millones de años. Dormimos en Timaru, en un área de descanso en la costa, para salir esta mañana hacia Christchurch, desde donde escribo y lugar que pensamos empezar a explorar mañana.
Es todo por hoy.
Esta será, posiblemente, la penúltima de mis crónicas desde Nueva Zelanda; el viaje toca a su fin y hoy, día 2 de noviembre de 2009, y depués de 4.800km hemos llegado a Christchurch, la ciudad más importante de la isla sur, con la intención de pasar aquí los últimos tres días del viaje. Es la primera vez que llegamos al punto de destino fijado antes de las 7 de la tarde/noche, por lo que decidimos tomarnos un descansito y tirarnos en el camping después de haber dado una vuelta por las zonas costeras de la ciudad, una estupenda playa en la zona de Sumner, donde algunos niños atrevidos osaban bañarse, eso sí con trajes de neopreno, la última moda en bañadores en estas zonas del planeta, por lo menos hasta que llega el verano. El trayecto ha sido agradable y nada pesado, con algunas paradas en la Península de Otago para ver pingüinos (nada de nada) y en otro pueblo costero, Oamaru, donde tampoco los vimos. Al final parece que los pingüinos se resisten a ser vistos y nos hemos de conformar con el que vimos (¿o eran más?) en el crucerito por el fiordo de hace unos días. Aquí no son pingüinos emperadores sino unos de ojos amarillos o azules, mucho más pequeños. Sí vimos, en cambio, una zona amplia de albatros reales. Anteriormente habíamos visitado la ciudad de Dunedin y aprovechamos para hacer alguna compra y sushi, muy muy barato, para almorzar y cenar. Al día siguiente paramos en una playa con formaciones rocosas muy viejas, Moeraki Boulders, rocas gigantes de 65 millones de años. Dormimos en Timaru, en un área de descanso en la costa, para salir esta mañana hacia Christchurch, desde donde escribo y lugar que pensamos empezar a explorar mañana.
Es todo por hoy.
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