Leo esta mañana una autocomplaciente entrevista a Jaime Peñafiel, la misma que solemos leer siempre a este señor, las mismas preguntas insípidas, las mismas respuestas, idéntica historia una y otra vez. Aunque en esta ocasión algo me ha llamado la atención, una frase sin mayor trascendencia, a priori: "Ya tengo una edad peligrosa, 93 años, en la que me importa todo muy poco."
¡Qué gran verdad!, pensé. Este señor, a esta edad y a pesar de repetirse más que el ajo, a estas alturas le debe importar todo muy poco, o nada. Imagino que será normal que uno, tan anciano, tan viejo, ¿tan sabio? vea su vida como una novela de aventuras, siendo él el protagonista siempre, rodeado de los personajes más relevantes -todos íntimos amigos suyos; ya lo veo sentado con su mujer viendo Jara y Sedal una tarde cuando suena el teléfono y él contesta raudo: Hello Farah! What's up sister?
Pero más allá de la vida y milagros de este periodista, cierto es que a esa edad tan avanzada las personas tienden a contarte su vida un poco novelada (las batallitas del abuelo, las llamaban), y ¿a quién le importa?
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