La palabra democracia proviene del griego antiguo δημοκρατία (dēmokratía), que está compuesta por dos partes:
- Demos (δῆμος), que significa "pueblo".
- Kratia (κρατία), que significa "poder" o "gobierno".
Por lo tanto, etimológicamente, democracia significa "el gobierno del pueblo". En la antigua Grecia, esta forma de gobierno permitía que los ciudadanos participaban directamente en la toma de decisiones políticas.
Venezuela es hoy el ejemplo perfecto de la perversión de la democracia, donde nadie habla de la cantidad ingente de exiliados, donde no se condena de forma unánime al absurdo régimen de este nuevo sátrapa visionario sudamericano.
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Zeus, Hera y MaduroEs triste ver cómo se analizan las palabras de Maduro y no las de los 7,7 millones que han huido de Venezuela.
Víctor Lapuente, 17.09.2024
https://elpais.com/opinion/2024-09-17/zeus-hera-y-maduro.html
En Olimpo, hora del desayuno, Hera y Zeus beben batido de néctar con chía y discuten sobre Venezuela.
—Oh Hera, reina de los dioses, ¿Por qué te empeñas en que todos los parlamentos del orbe reconozcan la victoria del opositor Edmundo González? ¿De qué servirá azuzar más la ira del todopoderoso tirano Maduro? ¿No recuerdas el funesto destino de tu antiguo protegido, el bello efebo Guaidó, al que encumbraron a los altares internacionales para luego olvidarlo en el lodazal de la historia?
—Oh Zeus, hijo de Cronos y de la miopía, en un mundo ideal, en el que Venezuela permitiera el trabajo de imparciales observadores internacionales, cesara la represión y el atosigamiento a las fuerzas opositoras, y liberara a los presos políticos, podríamos seguir los consejos del sabio Borrell, que pidió “un proceso que conduzca al reconocimiento de quién ha ganado las elecciones” o del valiente Lula, que solicitó repetir las elecciones. Pero allá abajo habitan los mortales, no los dioses. En el mundo real, toca elegir a quién de los dos, Maduro o González, creemos más legítimo para ocupar el sillón presidencial en la toma de posesión del 10 de enero.
El argumento entra en la mollera de Zeus como la estaca de Ulises en el ojo del cíclope. Y, como hiciera en su día para decidir si en Troya debía ganar Aquiles o Héctor, Zeus coloca en una balanza las razones electorales de Maduro y las de González. En el lado del candidato opositor, el 80% de las actas de escrutinio. En el otro, ni una. En consecuencia, la balanza se inclina hacia González.
—De acuerdo —admite Zeus— pero ¿Qué efecto tiene que el Congreso español lo reconozca ahora? Hasta las puertas del Olimpo tiemblan con los gritos de Maduro. ¿No es mejor esperar a que la UE adopte una posición común?
—Ay, Zeus, ¿Acaso aumentarían las probabilidades de democratización en Venezuela sin el reconocimiento de la victoria de González por parte de las Cortes españolas o del Parlamento Europeo? ¿Y no es una ley inmutable de los dioses, codificada por Platón, que la justicia no consiste en hacer lo que conviene a los fuertes? Triste es ver que al Olimpo (y a los medios de comunicación) llegan miles de palabras de Maduro, que analizamos con detalle, y no las palabras de los miles de personas (7,7 millones, según ACNUR) que han huido de su régimen. Y España, pionera en la denuncia de los crímenes en Gaza, no puede ser gregaria, sino pastora de Europa. ¡Por Cástor y Pólux!
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