Comentaba hace dos mañanas que me sentía cual vaca feliz, pletórico, contento, animoso; ayer ya no. Acostumbrado ya a los cambios en mis biorritmos -hay días en que el trabajo me supera-, tuve visita al centro de salud que, como siempre, me deja exhausto por su intensidad. Lo que a muchas personas les gusta, eso de contarle sus penas al médico a ver si le receta algo, a mi me espanta. De hecho siempre recuerdo que el que entra por primera vez a un Centro de Salud ya no sale nunca de él, y lo mantengo como si se tratase de otra Ley de Newton.
> Tienes que cuidarte.
> Tienes que hacer más ejercicio.
> Bla, bla bla.
Yo aguanto estoicamente la rociada, cabizbajo y asintiendo de vez en cuando para que la enfermera, en el caso de ayer, me sintiera receptivo.
> Desde cuándo no te haces un análisis? Ah, desde hace un par de meses, ¡estupendo! ¿Y un electro...? Ahí fue cuando sacó un papelito y apuntó "EKD" junto a una fecha y listo, electro prescrito.
> Se acerca Enero, pero antes habrá que disfrutar de las Navidades, a tope, pero sin pasarse, ¿vale?
Pepitos Grillos enfundados en batas blancas que sanan, pero a los que les tengo un terror absoluto.
La otra opción es estar muerto, así que a seguir poniendo buena cara.
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