martes, 24 de noviembre de 2020

DE RATONES Y HOMBRES

Lo único bueno que recuerdo de mi época de estudiante (niño y adolescente) son mis amigos, los pocos que conservo; lo demás es absolutamente prescindible. Sirva esto como introducción a mi pequeña reflexión sobre la enseñanza pública vs. privada o concertada, hecha sin romanticismos ni recuerdos idealizados de aquellos años.
Una de esas decisiones que uno toma cuando es joven, en lo que pudo ser mi primera encrucijada, fue dejar el colegio para terminar los dos últimos años antes de la universidad. La decisión fue difícil -solo optamos por ella cuatro gatos, literalmente- pero, repito, fue lo mejor que hice, ya estaba harto de aquello y de aquellos. Caras nuevas, y la universidad a las puertas que, en mi caso, suponía dejar la isla y cambiar completamente de aires.
Respecto a cómo fue mi experiencia en un colegio privado, católico, sin concertar y de clase media (siempre he pensado que nunca fuimos niños pijos), salvo cosas que aborrezco -léase bullying, manipulación, estrechez de miras, incluso falta de sensibilidad en muchos casos, por ejemplo-, el nivel educativo era bastante bueno. Al llegar al instituto te comparas, te comparan, y de alguna manera tu formación destaca. Baste comentar que un profesor del OPUS, al que recuerdo muy bueno dando clases, quiso mostrarme el camino de la luz sin lograrlo. En el colegio el nivel del profesorado dejaba mucho que desear, en general, pero aún así, el compendio de nuestra formación fue más que aceptable y encaramos aquellos dos últimos años y la universidad sin excesiva complicación, aunque estudiando, se los aseguro.)
Me viene a la cabeza uno de aquellos curas que no daban clase y del que no se conocía oficio ni beneficio, y al que habían colocado de cobrador a la manera de un recaudador romano. Era cursi hasta decir basta y escribía con un peculiar movimiento de la mano, muy lentamente, como si de una pluma de avestruz se tratase en vez de un vulgar boli Bic. El inefable acudía, pasados los primeros días de cada mes, clase por clase leyendo delante de todos los alumnos el nombre de las familias que debían la mensualidad. O aquel otro, con un pie en el más allá, que nos instaba a aplaudir cuando un alumno sobresalía, o ese otro que...
No creo que el problema sea únicamente educación pública o privada, que también, o si debe el Estado financiar a los colegios privados a modo de concierto, que tampoco. El problema, en mi opinión modesta, es que se si concertar lo es en detrimento de la educación pública no está bien. La educación, como la sanidad, debe ser pública primero que nada, y es aquí donde se debe invertir. No es tema baladí éste ni de fácil solución y más si tenemos en cuenta que los máximos defensores de la educación pública terminan (o empiezan) enviando a sus hijos a colegios privados o, si me apuran, allende los mares por aquellos de los idiomas. Cierto es que a los "buenos colegios" pueden acceder familias que si no estuvieran concertados sería imposible. ¿Dónde está el fallo? Pues algo sencillo y a la vez dificilísimo de resolver los colegios públicos deberían estar a la altura de los privados. Pero ¿es esto posible? ¿puede la escuela pública dotar a sus colegios de la infraestructura que tienen los privados?
Si tuviera hijos sé lo que haría respecto a su educación, pero esto podría ser verdad o no, porque ya no puede ser un axioma. 
Me gusta soñar con que mis hijos estudiarían en un colegio público, en el campo, rodeados de animales, 100% seglar y no interno. Importantísimo que se impartan asignaturas humanistas, música, filosofía, artes en general aparte de las técnicas; por supuesto que se potencie el deporte y, como guinda, con una buena biblioteca con vistas al jardín. Y durante las vacaciones viajes y más viajes.
Mucho se habla de la enseñanza en los países nórdicos, la ensalzan como la panacea y, posiblemente, tenga muchas cosas para copiar. Estos lares pueden parecer idílicos, gente muy educada, un excelente nivel de inglés, grandes viajeros, cultos, alta tecnología... pero algo debe estar mal en la ecuación y no debe ser fácil dar con la variable errónea: altísima proporción de alcoholismo, grandes maltratadores, suicidios generalizados. O países como Suiza, que mi amiga P conoce tan bien, ejemplo de civismo y orden donde los haya, país que somete a consulta popular todo y más, donde los políticos lo hacen por vocación y no para medrar o enriquecerse; el mismo que fue el último en permitir el voto a las mujeres * (1971) o que, durante la 2ª Guerra Mundial, y después de ésta, robó todo lo robable a los judíos y si te he visto no me acuerdo. No estamos para escupir hacia arriba, ninguno.
Ya se sabe, 2+2, 3+1, 4+0, 5-1, etc. Todo es lo mismo pero nada es igual. ¿Lograremos cambiar el  panem et circenses por panem et educatione?

*España, por ejemplo, aprueba el sufragio universal en 1931, Francia en el 1944, Reino Unido en el 1928 o Nueva Zelanda en 1893.

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