martes, 24 de noviembre de 2020

11

Hoy he sentido frío, quizá la primera vez seria de este invierno que se acerca. 11° al bajarme del coche, 60% de humedad, cielo despejado. Parece que a partir de mañana empezaremos a mojarnos en toda la isla; el campo lo agradecerá, y mi jardín también. 
Veía anoche un par de capítulos de una serie española donde la protagonista es la filosofía. En las temporadas anteriores impartida en un instituto de Barcelona, en ésta ya en la universidad. Recordé mis años de instituto donde la filosofía se convirtió en una de mis asignaturas favoritas, si no la más, tanto que, si no recuerdo mal fue la única matrícula de honor de toda mi época de estudiante.
con los años la filosofía se integra en nuestra vida impregnándolo todo sin que nos demos cuenta, desde lo primero que pensamos nada más poner los pies en el frío suelo cada mañana hasta lo que se nos pasa por la cabeza cuando tenemos que mordernos la mengua ante tanto majadero mediocre. Todo es filosofía.
Mi amigo  de la infancia G estudió filosofía en la universidad -empezó un año antes que yo- y recuerdo muy gratamente aquellas tardes/ noches estudiando juntos múltiples apuntes en azul ¡y verde! -bolígrafo que nunca he entendido, palabra- donde me contaba lo que había estudiado y yo repasaba con él los temas. Así, después del instituto, asomando ya mi camino arquitectónico, tuve la oportunidad de seguir disfrutando de los grandes pensadores, de la historia, de la semiótica... Un placer.
Dicen que somos el resultado de los libros que leemos, de los cafés que bebemos, de los viajes que hacemos, de las personas que queremos; la filosofía nos enseña la base de todo, a pensar (y a dudar).
Sapere Aude.

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