Este Papa me cae bien, sobre todo porque, aparentemente, no va en la línea de toda esa camarilla de la curia viejuna de la Iglesia, todos esos mandamases acostumbrados a andar por la senda más conservadora que existe, donde nada se mueve, donde nada cambia de lugar, donde las piezas encajan en su sitio desde hace ya veinte siglos. Este Papa mueve las piezas, o al menos lo intenta, según se puede ver.
Ahora, que me caiga bien no conlleva una reverencia cada vez que abre la boca. En este caso me refiero a su "bendición" a las uniones civiles homosexual. Posiblemente Francisco se suma así a lo que le importa al mundo en general las uniones gays, o sea, nada de nada, y España ha sido un ejemplo claro después de su aprobación: ni ha muerto la familia, ni los homosexuales son contagiosos, ni a los niños adoptados les salen más brazos o se convierten en gays asesinos.
Yo pregunto, ¿qué hubiera pasado si un Presidente de Gobierno, o un Primer Ministro, hiciera unas declaraciones a un periódico acerca de lo que permiten, o no, las uniones religiosas?
Ya saben la respuesta, sí. Esa misma.
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