viernes, 2 de octubre de 2020

AVERSIÓN

Termino de ver una película en la tele para comprobar, saltándome mi desconexión informativa coronavírica autoimpuesta desde marzo, si había algo nuevo sobre la surrealista noticia del contagio de Trump and wife, pero no, nada. Mientras leo el periódico online comienzan a aparecer anuncios en un lado, en medio, arriba, abajo; roma, muebles, viajes, lámparas... cualquier cosa de las que me gustan y de las que he buscado últimamente en Internet. ¡Qué adelantado fue Orwell!

Pues bien, uno de estos anuncios, cosa que me sorprendió, es sobre un programa de televisión al que tengo aversión, como a casi todo: Master Chef. Y no precisamente por el tema -me gusta la cocina-, ni por los participantes -gente muy normal- (hablo, obviamente del pueblo llano), sino por el jurado. El jurado. He ahí el quid de la cuestión. Odio los concursos con jurados. Esos donde un grupo de intelectualoides que todo lo saben, malencarados, antipáticos, encantados de conocerse, siempre estupendos pero de mal humor, que disfrutan machacando al personal sintiéndose poderosos. Todos esos concursos musicales, gastronómicos, circenses, folklóricos o de cualquier talento, cuando tiene jurado ya son para vomitar.

Larga vida a las plataformas televisivas. Muerte a los concursos con jurado.

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