Me acordé ahora de mi amigo Juan, mi socio muerto, que siempre hacía algún comentario despectivo de “los grupos”. Le ponían enfermo los dueños de Minis reunidos, o de motos iguales, etc. Esos que se reúnen los domingos, se visten igual y pasean sus clónicos aparatos por la ciudad o el campo. Ésta era otra de sus manías junto con los muebles con varios usos, que odiaba profundamente, como la mesa que puede ser tanto de centro, baja, como de comedor si se le cambia la posición a las patas; o esa pequeña escalera con bisagras que se convierte en taburete.
Esperando a que abran el auditorio -por mi butaca he de entrar 40 minutos antes-, me siento a tomar un café y veo pasar a la gente. Hace unos minutos cruzaba la zona un grupo de unas 15 ó 20 personas, vestidas iguales con sendos bastones de caminar cada uno de ellos, con pasos al unísono, produciendo un ruido rítmico al golpear el suelo ¡pavimentado! con los bastones. Un tanto ridículo, propio de una historia de Tintín que podría haberse titulado “Tintín y el misterio de Calatrava”, por ejemplo.
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