domingo, 7 de octubre de 2018

SUEÑOS SON

Ni cené mucho anoche -un par de tostas de salmón-. ni me acosté con el estómago lleno -vi  hasta el final el fantástico documental sobre Montserrat Caballé en la 2- ni estaba ayer especialmente nervioso, que yo sepa, pero el hecho es que tuve una pesadilla absolutamente vívida. Andaba yo solo viajando (luego, por estas cosas los sueños estaría acompañado) cuando, en el momento de ir a recoger la tarjeta de embarque para mi vuelo a Boston (¿Boston?), la señorita del mostrador me rompe los papeles diciéndome que el vuelo ha cambiado de compañía aérea y que debo tomarlo en otro aeropuerto. Me dice que no es fácil acercarse porque los taxistas no quieren ir a aquel otro aeródromo y me da un pequeño mapa, pero que quizá encontrara a algún taxista que, regateando el precio, podría llevarme. Así fue, ya en un taxi, esta vez ya no iba solo, di la dirección y allí nos dirigimos, o al menos eso pensaba. De golpe nos hallábamos en un barrio de África, de alguno que recuerdo, de calles estrechas, mucha gente y pasillos atestados de puestos de venta; por uno de aquellos pasillos entró el taxi y nos hizo entrar a uno de esos puestos, sentarnos y esperar. Después notamos el cierre de las puertas y supimos que allí terminaba el recorrido hacia el aeropuerto, frustrado, por supuesto. Secuestrados quedamos en aquel mercadillo extraño, ahora en la azotea donde no querían que me pusiera en pie para que nadie me viera desde la calle. No recuerdo nada más pero, como todas las pesadillas, resultó un placer despertarme.

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