Broadway, antes y después de la peatonilazión ideada
por el urbanista danés Jan Gehl./ DOT NEW YORK
Los arquitectos quieren menos
Dubái y más Venecia
Un congreso de expertos celebrado
en Pamplona defiende un urbanismo que proponga en lugar de imponer.
Pamplona 16
JUN 2018 - 18:47 CEST
https://elpais.com/cultura/2018/06/16/actualidad/1529159142_487847.html
“Una ciudad se compone de
diversos tipos de personas. Con gente similar no se puede crear”. Aristóteles
describió en su Política la diversidad como clave para una urbe.
“Menos forma y más gente. Menos Dubái y más Venecia”, sintetizó el urbanista danés Jan
Gehl, responsable de la peatonalización de Broadway, en el V congreso de la Fundación Arquitectura y
Sociedad, celebrado esta semana en Pamplona.
“Urge repensar el urbanismo desde
una posición más orientadora y menos impositiva”, apuntó el arquitecto Patxi
Mangado. Coincidía con la alcaldesa de Madrid, Manuela
Carmena, que justificó por qué su gobierno no firmará planes
generales: “Vivimos con tal dinamismo que quedan obsoletos”.
Son muchos los urbanistas que hoy
defienden dar unas pautas para el crecimiento, por encima de una regulación que
todo lo iguale. Por eso, en esta edición más política que en otras ocasiones,
Carmena recordó que algunos barrios madrileños han celebrado 50 años de lucha
vecinal. El de Orcasitas nació gracias a sus residentes, que, en 1977 y
amparados por el Tribunal Supremo, decidieron cómo sería su barrio cuando la
especulación inmobiliaria quiso expulsarlos de allí.
La alcaldesa evocó su infancia,
cuando la asistenta de su casa les hablaba del asentamiento en el que vivía con
su familia: “Tenían que tapar la chabola para que no se la tiraran. Con un
techo quedaban protegidas por la ley”. Aquel Madrid tiene hoy un eco en barrios
de un tercio del mundo. Por eso urge que las ciudades reaccionen ante las
necesidades de las personas con un urbanismo menos burocrático.
¿Las urbes siguen siendo el
mecanismo protector que ofrecía una vida mejor? “Hoy defienden valores
cimentados en desigualdades y no en las bondades de su ADN. La ciudad tiene el
germen del progreso y su antítesis”, insistió Mangado.
El congreso escuchó voces más
allá de la arquitectura. El Premio Cervantes Eduardo
Mendoza opinó que “las ciudades retratan la ciencia ficción en
la que estamos viviendo: son el universo entero y no ofrecen salida”.
Asegurando que gobernar es
articular la población, Carmena afirmó
que los alcaldes empiezan a separarse de los partidos políticos y la ciudadanía
se aglutina en asociaciones: “Frente a la tradición de la política vertical,
estamos viendo cómo se impone una política horizontal de participación”. Por
eso la alcaldesa pidió un “periodismo de cifras, para que podamos saber de qué
estamos hablando”. Y dio las suyas: en Madrid, 400.000 personas están inscritas
en un programa de participación ciudadana que ha premiado la ONU y se ha
exportado a 90 ciudades. Ahora solo falta que voten.
Participar
La participación no es una
rareza. “Vamos hacia la legislación colaborativa y eso es clave: si no hay
consensos el urbanismo no lo hace el gobierno de la ciudad, lo hacen los
tribunales y una planificación cargada de normas facilita resoluciones contradictorias.
Para decidir cómo debe funcionar la ciudad y proteger el derecho a formar parte
de ella es necesario participar de su diseño”, aseveró Carmena.
El exalcalde de Barcelona Joan
Clos, que dirige el programa de la ONU para los Asentamientos Humanos, estuvo
de acuerdo: “No está en los libros cómo vamos a mejorar la democracia ni cómo
esta va a superar el riesgo que sufre en estos momentos. Pero los experimentos
y la innovación democrática se están haciendo a nivel urbano”.
La arquitecta anglo-iraní Farshid
Moussavi reivindicó el uso del espacio público en el interior de los edificios
privados: “Tras la polémica expulsión de un hombre de un Starbucks, la empresa
comunicó que nadie sería nunca más expulsado de sus establecimientos por no
consumir. Starbucks es espacio público”.
Belinda Tato (Ecosistema Urbano)
recordó una frase de Ralph Waldo Emerson: “Enviamos a los estudiantes a la
escuela para que aprendan pero la mayor parte de la enseñanza la reciben en el
camino a la escuela”. Ese camino es la ciudad.
La polémica surgió cuando
Salvador Rueda, el padre de las
Supermanzanas, el proyecto barcelonés de reciclaje urbano que reduce
la velocidad del tráfico reorganizando la circulación, no supo explicar el
efecto no deseado de su propuesta: el aumento del precio de los alquileres y la
expulsión los vecinos de sus barios. ¿Cuál es el coste de las mejoras urbanas?
Cerraron el congreso dos
urbanistas octogenarios que han convertido en realidad algunas de las
reivindicaciones de Jane Jacobs. Fue la psicóloga Ingrid Mundt, esposa de Gehl,
la que le encendió la luz. “¿Por qué los arquitectos fotografiáis los edificios
vacíos? ¿No os interesa la gente?”, le preguntó. “Me pasé 40 años
desaprendiendo lo que me habían enseñado en la Escuela”, agregó él. Su
libro Ciudades para la gente recoge un ideario que comenzó aplicando
en Copenhague cuando, en 1962, propuso que los coches salieran del centro para
pasear.
Hoy sus ideas han modificado
otras ciudades. La peatonalización de Broadwayfue
la mayor revolución en la historia de la planificación urbana reciente y costó
poco dinero. Por eso Gehl y su colega brasileño Jaime Lerner ya no son
utópicos. Sin embargo, su triunfo ha llenado su legado de incógnitas. Cuando
Gehl habla de su proyecto en Moscú “en la muy consolidada democracia rusa”,
surge la duda: tal vez deberíamos buscar relevo a los guías urbanos que nos
hicieron reconquistar la ciudad.
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