La libertad provisional de los miembros del grupo La Manada ha vuelto a traer a la palestra el caso de esta violación en Pamplona. Ayer, ya hablaban en la tele los tertulianos, esos que saben tanto de todo, sentenciando que había que aceptar las sentencias, que la Justicia debe ser independiente y bla bla bla. Vale, cierto, todos somos muy civilizados y aceptamos la sentencia porque así debe ser, fin de la historia.
Ahora cambiemos de tercio y hablamos de la Justicia, de las leyes. ¿Por qué cambian las leyes con los años? ¿qué hace que las leyes evolucionen y se conviertan en otras más modernas y actuales?; supongo que un abogado o un juez podría contestar a esta pregunta fácilmente, pero como yo no lo soy utilizaré simplemente ejemplo de leyes que fueron legales y que, afortunadamente, evolucionaron y dejaron de serlo: "La mujer en tiempo de Franco".
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La mujer en tiempos de Franco
Vivía mal. Tenía que ser el reposo del guerrero, la perfecta
casada. El bombardeo ideológico era apabullante
ITSASO ÁLVAREZMartes, 15 abril 2014, 08:47
http://www.elcorreo.com/vizcaya/20140415/mas-actualidad/sociedad/mujer-tiempos-franco-201404141331.html
La mujer durante la época franquista era un ser considerado
menor de edad que pasaba de la tutela del padre a la de su esposo. Su papel en
esta sociedad era la de madre abnegada y obediente esposa. Un texto de la época
refleja esa mentalidad oficial así: "El organismo de una mujer está
dispuesto al servicio de una matriz, mientras que el organismo de un hombre se
dispone para el servicio de un cerebro". Procede del libro 'La virilidad y
sus fundamentos sexuales', del médico y jesuita Federico Arvesu. Incluso
algunas mujeres, como Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio, se
atrevían con perlas como ésta: "Todos los días deberíamos dar gracias a
Dios por habernos privado a la mayoría de las mujeres del don de la palabra,
porque si lo tuviéramos, quién sabe si caeríamos en la vanidad de exhibirlo en
las plazas. Las mujeres nunca descubren nada; les falta el talento creador
reservado por Dios para inteligencias varoniles. La vida de toda mujer, a pesar
de cuanto ella quiera simular -o disimular- no es más que un eterno deseo de
encontrar a quien someterse.
Siguiendo este hilo, una compañera de trabajo con la que
comparto nombre me ha hecho llegar dos ensayos, 'La española cuando besa' y 'Mi
mamá me mima', donde Luis de Otero recoge otras pinceladas del pensamiento
nacional católico español en relación a la mujer durante el franquismo. Una
época en la que las mujeres vivían mal. Tenían que ser el reposo del guerrero,
las perfectas casadas. Las rebeldes eran minoría y lo pagaban caro. No hay que
olvidar que el adulterio estaba penado con la cárcel. En suma, dos libros con
historias salpicadas de humor y peripecias donde se intercalan textos de la
época escritos por médicos, sacerdotes, maestros, Sección Femenina, etcétera,
que sirven para conocer cómo fue la educación de la mujer española en tiempos
de Franco. Dos libros para quienes quieran recordar que no todo el tiempo
pasado fue mejor. Veamos más perlas que se decían en la época.
El doctor Botella Llusiá, que incluso llegó a ser presidente
de la Real Academia Nacional de Medicina, afirmaba que había "muchas
mujeres, madres de hijos numerosos, que confiesan no haber notado más que muy
raramente, y algunas no haber llegado a notar nunca placer sexual, y esto sin
embargo no las frustra, porque la mujer, aunque diga lo contrario, lo que busca
detrás del hombre es la maternidad". Quién se iba a atrever a decir lo
contrario cuando ahí estaban los resultados de estudios médicos recopilados en
el Tratado de Ginecología y de Técnica Terapéutica ginecológica, que aseguraban
que el 75% de las mujeres eran frígidas "sin otro propósito en su vida
íntima que el de complacer". De ahí que las conclusiones de los doctores
Cónill Montobbio y Cónill Serra en ese Tratado fuera que "el 90% de las
mujeres bendecirían tener hijos sin la áspera servidumbre que ello exige".
El Fuero del Trabajo señalaba por entonces que "el
Estado liberará a la mujer casada del taller y la fábrica". "Cuántas
mujeres médico, cuántas abogado, cuántas licenciadas en ciencias químicas
ejercen con provecho su profesión? La misión de la mujer no es ésta. La mujer
ha sido creada para madre de familia, y bastante y mucho tiene que aprender
para cumplir debidamente tan alta misión", recogía el doctor Corominas en
Vida conyugal y sexual. El bombardeo ideológico era apabullante. "Si el
hombre es un sexo, un músculo y una inteligencia, la mujer es un sexo, un
vientre y un corazón", advertía el médico Granda en 'Barro humano'. La
inteligencia, por supuesto, no era una cualidad que por entonces se atribuyera
a la mujer, ni mucho menos. Delgado Capéans, lo decía alto y claro en 'La mujer
en la vida moderna': "Es verdad que hay gobernadoras, diputadas,
alcaldesas; podemos afirmar que esas alcaldes y gobernadoras no son más que
figuras decorativas; los discursos, los proyectos de ley, las hondas
resoluciones, los estudios profundos de alta economía son obra de sus esposos,
si son casadas, y si solteras, de sus secretarios o consejeros. La oratoria de
las senadoras, diputadas, etc., es casi siempre sencilla. Les falta nervio,
fuerza, robustez de pensamiento, dominio del auditorio y hasta voz
varonil".
Adolfo Maíllo, inspector de Primera Enseñanza, dejó escrito
en 'Educación y revolución' lo siguiente: "Mucho más provechoso y práctico
que saber demostrar que los tres ángulos de un triángulo valen dos rectos es
para la mujer guisar un plato de patatas de seis maneras distintas. Aquel
teorema no ha de resolverle en la vida ninguna dificultad; en cambio, la
preparación de esos modestos manjares puede contribuir a aumentar la estima de
su esposo, la gratitud de sus hijos y la paz de su hogar". Benditas amas
de casa, lo que tenían que aguantar. "Ella adquiere los alimentos, repone la
vajilla, compra telas y administra el sobrante previsoramente para que no falte
el sustento en las horas difíciles. Posee la madre tal espíritu de economía que
permite al jornal del obrero o al sueldo del funcionario subvenir a las
necesidades y es capaz de imponerse verdaderos sacrificios para que no falte lo
indispensable al resto de la familia", recogía la 'Enciclopedia escolar de
dibujos' editada por Ediciones Afrodisio Aguado. Y nada de desfogarse con un
cigarrillo, qué barbaridad, porque "¿puede haber algo más inmoralmente
antiestético que una mujer sosteniendo en sus labios, rojos por el carmín, un
cigarrillo oriental? ¿Puede darse algo más ridículo que una mujer cuando sacude
ligeramente con el dedo meñique la ceniza del egipcio que tiene entre el pulgar
y el índice y arroja, satisfecha, nubes de negro humo?". Qué ignominia,
qué afrenta, qué deshonra. ¡Qué mujer!
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