Su bebé ha muerto, le decían a la pobre mujer, mientras el
fruto de sus entrañas viajaba a la habitación de al lado
JUAN JOSÉ MILLÁS. 29 JUN 2018 - 00:00 CEST
https://elpais.com/elpais/2018/06/28/opinion/1530199563_973822.html
El médico y las monjitas cogieron al recién nacido y lo
llevaron al quirófano de al lado, donde le cortaron los dos brazos. Luego
dijeron a la doliente madre que el niño había nacido así, al tiempo de
mostrarle un catálogo de prótesis de titanio muy baratas. Entre tanto, los
miembros amputados viajaban dentro de una nevera portátil hacia otro quirófano
donde un matrimonio de millonarios acababa de tener un hijo sin brazos. Tras
recibir el cheque, un equipo de expertos implantó las extremidades arrebatadas
al niño pobre en el cuerpo del niño rico, donde, gracias a los análisis
previos, encajaron a la perfección.
Esta noticia es falsa, al menos de momento, y porque la
cirugía no ha alcanzado aún un grado de perfección tal que permita extraer un
ojo de la cara a un bebé proletario para cedérselo a otro con posibles. De ahí
que los médicos malos y las monjitas perversas hayan venido arrebatando a las
mamás con dificultades económicas el niño entero: una amputación que no deja
rastros aparentes. Su bebé ha muerto, le decían a la pobre mujer, mientras el
fruto de sus entrañas viajaba a la habitación de al lado, donde era adquirido
por una señora adinerada que había simulado un embarazo con cojines de plumas y
náuseas artificiales.
Amputación e implante. Pura magia. Nada por aquí, nada por
allá. En la habitación 665 se lloraba por el bebé falsamente muerto mientras
que en la 666 se abría una botella de champán por el alumbramiento apócrifo.
Cuando la desconsolada madre solicitaba ver el cuerpo de su hijo, sacaban un cadáver
auténtico del congelador, le daban seguramente un toque de microondas, y se lo
mostraban desde los pies de la cama. Todo desde esa normalidad atroz con la que
discurren las horas y los días.
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