lunes, 15 de mayo de 2017

TALENTO TALANTE

Comentaba estos días con un amigo el sistema de oposiciones que hay en España, para muchos el único justo por aquello de que asegura la igualdad de oportunidades para todo aquel que se quiera presentar, para otros muchos injusto porque no resuelve el fin que pretende: un buen funcionario público.
Es un tema complejo y donde parece difícil decantarse por un lado u otro. Cierto es que, como en casi todo, uno debe posicionarse utilizando sus valores, así que yo me voy a decantar. No sé cuál es la fórmula mágica, ni la más justa, ni la que responda a todas las preguntas, pero sí creo -a los hechos me remito- que el actual sistema no asegura nada, únicamente que el funcionario sabe estudiar y que tiene los conocimientos, o que los tuvo en el momento del examen. En otros países es muy importante, incluso más, la selección de personal desde el punto de vista psicológico, asertivo, social, etc., y una vez dentro al aspirante se le prepara y se le examina, y si vale se queda y si no adiós. ¿Es esto más justo? No sabría decir, aunque desde luego el resultado sería mucho más conveniente para los intereses de la Administración, asegurando con ello un funcionario preparado e idóneo para el puesto que va a ocupar.
¿Qué se busca de un funcionario? Evidentemente que trabaje para la Administración, la que sea, para ayudar al ciudadano. Debe intentar encontrar soluciones, no crear problemas, pues si partimos de la base de que sin burocracia no hay democracia, ésta se debe desarrollar en el interés general de los ciudadanos y, en muchos casos, para gestionar los recursos públicos, ardua e importante tarea. Ser funcionario no es sinónimo de ser un buen funcionario, al igual que ser laboral no es sinónimo de mal "funcionario", pues será bueno únicamente el que lo sea. 
Repito, no sé cuál es la solución al problema que se plantea con el sistema actual, donde se premia al inepto (apartándolo del trabajo pesado por su inoperancia) y se castiga al productivo por lo contrario, el mundo al revés.
Busquemos pues a los buenos funcionarios en potencia, formémoslos, examinémoslos y tendremos una Administración que funcione y que esté al servicio del ciudadano. ¿No es ésta otra forma de educación?

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