viernes, 24 de octubre de 2014

EL VERANILLO QUE NO SE VA

Escribía anoche sobre el musical, perdón ópera, que había visto en el Auditorio de Santa Cruz. Al llegar al Parque Marítimo -allí es donde aparco siempre- el termómetro del coche marcaba 30º, me encontré frente al coche un camioncito de Helados California, los de toda la vida. ¡Sí, lo sé, engordan!, pero un día es un día y me di el gusto. La verdad es que lo recordaba de crema o vainilla o lo que fuera, aunque el de ayer era de fresa, no tan bueno. Aún así lo disfruté mientras leía un rato sentado en el coche haciendo tiempo para llegar al auditorio. Después de dos manchas de helado sobre el polo azul marino (tarea: ir al baño nada más llegar al auditorio para disimular un poco las manchas) llegué al hall con el libro, me limpié la camiseta, pedí una botella de agua fría y me apoyé en una mesa a leer otro rato hasta que abriesen las puertas para encontrar mi asiento. El atrio era un caos, gente disfrazada, un photocall, carteles con la frase "PRINCESS for the future", niñas con pinta de modelos, cámaras, fotógrafos... Claro que si no entendí nada durante ese rato, luego se aclaró todo durante la ópera, eran los figurantes y el coro.

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