He contado en alguna ocasión que, por diferentes vicisitudes, viví durante algunos meses en Nairobi. Allí, en Kenya, tuve la oportunidad de ver numerosos parques nacionales y, por consiguiente, multitud de animales salvajes en su hábitat natural. Si antes de aquella experiencia ya tenía una mala imagen de los zoológicos y, en general, de los lugares con animales encerrados (no hablemos ya de los circos), mi estancia africana hizo que odiara profundamente los zoos, a pesar de que, en algunos casos puntuales, ayudan en gran manera a preservar la vida de especies en peligro de extinción, pero ¿a qué precio?
Mi amigo Rodri vuelve a escribir desde Qatar, donde continúa investigando para la Qatar Fundation, esta vez precisamente sobre los zoológicos.
Rodrigo Riera
http://www.canariasahora.es/opinion//son-carceles-legales-zoologicos/20130906100605413184.html
Hace una semana falleció Gus, el oso polar más conocido del mundo, que vivía en el zoo de Nueva York. Se convirtió en una de las atracciones principales del lugar porque nadaba haciendo círculos durante horas en su estanque, casi doce horas al día. ¿Por qué? Varios expertos consultados llegaron a la conclusión de que este comportamiento era debido a que se aburría, e iniciaron un tratamiento para promover su actividad, rediseñaron su recinto, etc… y dejó de comportarse como un oso polar neurótico, aunque seguía nadando unas dos horas todos los días. Puede parecer un caso aislado, pero muchos animales en los zoológicos no son felices porque no pueden realizar sus actividades cotidianas en las jaulas donde se encuentran encerrados.
¿Qué ocurre con los grandes felinos, como los guepardos, leones o
tigres en jaulas de decenas de metros? ¿Los han visto correr o esprintar alguna
vez? Pero los casos más alarmantes corresponden a muchos animales marinos, como
las ballenas, delfines o focas. Son tratados como mascotas para agradar a los
visitantes, obligándoles a realizar piruetas, saltos y números que no forman
parte de su conducta en estado salvaje.
¿Cómo es posible tener orcas o delfines
en acuarios? ¿O pingüinos en un trozo de hielo? ¿O alimentar leones marinos con
peces muertos?
Uno de los argumentos principales de los zoológicos es que
llevan a cabo fines educativos, pero nunca muestran cómo se comportan esos
mismos animales enjaulados en su estado salvaje. Es como si quisiéramos hacer
un documental sobre cómo vive el ser humano solo con imágenes de presos dentro
de sus celdas.
¿Seguirá la gente comprándole canarios enjaulados a los amantes
de los pájaros en vez de unos prismáticos? ¿Saben que ir a ver a las ballenas y
delfines en estado salvaje es más barato que una entrada a un zoológico?
¿En
qué polo hay pingüinos? ¿En el Norte o en el Sur? Esta pregunta era fácil
porque podrían conocer la respuesta en los carteles de un zoológico, pero… ¿A
qué olor característico huelen estos animales?
▬
Gus the Polar Bear - Free at last, Free at last
Gus the Polar Bear's death
has been widely eulogized in the news and social media over the past few days,
but nowhere have I seen outrage expressed about the plight of Gus and other
large mammals who "live" at zoos. Nearly 20 million people came to
observe the beloved Gus over the 25 years he spent at the Central Park Zoo in
New York City. The word "observed" is intentional: the zoo's website
characterized him as an "attraction." But Gus was a trapped animal, a
big white teddy bear safely watched from a distance for the amusement of kids
and grown-ups alike while he suffered in silence.
Poor Gus was often
described as "neurotic, "kooky," a Woody Allen of a bear,
befitting his New York address. But these gentle descriptors were a way to
avoid saying what was really going on, and what animal behaviorists called in
to observe Gus thought - that the quirky "bipolar bear" actually
suffered from long-term depression, evident in the way Gus endlessly swam back
and forth, back and forth, like a 700-pound metronome. Born in the arctic
wilderness of Toledo, Ohio, he never visited his natural habitat and was forced
to spend his life under house arrest, unable to roam the hundreds of miles that
are the normal home range of a polar bear. His North Sea was the size of an inflatable
backyard pool; the New York summer was his cool arctic breeze. He lived alone
for the last two years of his life, after his great love Ida died, no new bear
brought in to keep him company.
Did it make sense at one
point to bring big animals into captivity so that humans could experience them
in a way not possible before moving images? Perhaps. Has it made humans more
sensitive to the plight of animals and endangered species? Maybe yes, maybe no.
But now we have TV series, entire networks and feature films devoted to species
great and small, all of whom need to remain, and be protected in, their natural
habitats. And if we need to study them more closely to obtain research critical
to their survival, if animals in zoos need to "take one for the team,"
please don't issue them a life sentence in the equivalent of a New York studio
apartment.
If you're feeling sad for
you and your kids and the many delightful hours you spent watching Gus in his
plate glass cell, take a moment to mourn the life he lead for your enjoyment. And then celebrate that he is finally free.
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