Esta mañana empecé temprano la lista de tareas que me había ido apuntando durante la semana. Me planté en la oficina de Correos a primera hora y sólo tuve que esperar cinco minutos hasta que me atendieron. Recogí el burofax que me mandaban de la oficina central del banco en Barcelona, una vez presentada solicitud para que me anulen la dichosa (usura pura y dura) cláusula suelo de mi hipoteca. El contenido de la respuesta no dice nada, o más bien lo dice todo, entre líneas. Si bien bla bla bla, también lo es que bla bla bla, por lo que no podemos precisar el tiempo que tardaremos en resolver los casos y bla bla bla. O sea, que ni sí ni no sino todo lo contrario. Ahora resta ir al Banco de España a ver qué pueden hacer ellos. Así que una vez leído el burofax, motorizado me acerco a un centro de renovación del carné de conducir, estos centros tan cómodos que, por un módico precio te hacen todos los trámites y sólo te queda esperar a que la Jefatura de Tráfico te envíe el carné por correo.
Ya es sabido que cuando me pongo nervioso hablo mucho, según me han dicho muchas veces, aunque esta afirmación no es del todo cierta. La verdad es que hablo mucho normalmente, nervioso o relajado. En fin... el hecho es que entablé conversación con el médico que me hacía el reconocimiento, oftalmológico, auditivo, general, etc., y de una cosa a otra terminamos hablando de Cuba. Él, médico, me habló cuando nos despedíamos de una curiosidad acerca de Fidel Castro y de Cuba y se trataba de una profecía del obispo Antonio María Claret. He aquí la noticia que encuentro buceando un poco por la red. Juzguen ustedes mismos.
El anuncio oficial de que el líder cubano Fidel Castro de 79 años ha tenido que ceder poderes a su hermano Raúl (de 75 años) para ser operado de una hemorragia intestinal ha puesto nuevamente en el tapete las profecías de San Antonio María Claret, quien profetizó a mediados del siglo XIX que Cuba se insertará en el concierto de naciones luego de la muerte de Fidel Castro “en cama” y un breve periodo de violencia interna. El santo español fue Arzobispo de Cuba entre 1851 y 1857. De acuerdo a una fuerte tradición oral y a escritos que conserva la congregación que fundó, la Virgen de la Caridad del Cobre reveló a San Antonio, mientras recorría las montañas de Santiago de Cuba, que la Isla sufriría una dictadura de más de 40 años, que terminarán con la muerte del líder (Castro) en su cama y el “derramamiento de sangre”. Las palabras de San Antonio se han convertido en una leyenda de transmisión oral que ha pasado de generación en generación y que ahora se han hecho presentes a raíz de la condición física de Castro, que cumplirá 80 años este mes. Según un comunicado escrito por el propio Castro y leído por su jefe de despacho, Carlos Valenciaga, Castro está siendo intervenido de una hemorragia intestinal que le sobrevino por el “enorme esfuerzo” realizado durante su reciente visita a Argentina para participar en la Cumbre de Mercosur y su intervención en los actos por el aniversario del asalto al cuartel Moncada tras su vuelta a La Habana. La operación, continúa el texto, “me obliga a permanecer varias semanas de reposo alejado de mi responsabilidades y cargos”.
Claret y la profecía
San Antonio María Claret nació en 1807, en Cataluña. En 1851, partió rumbo a Cuba con el encargo de ser Arzobispo de Santiago. Llegó el 18 de febrero de ese año y consagró su actividad pastoral a la protección de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de todos los cubanos, de quien también fue un entusiasta devoto. Según la tradición, el Padre Claret estaba recorriendo las zonas montañosas de Santiago cuando se le presentó la Virgen de la Caridad para predecirle el futuro de Cuba, profecía que luego el sacerdote transmitió a sus feligreses y miembros de su congregación. La revelación de la Virgen “hablaba de un joven muy osado (NDR, Castro) que subiría por esas mismas montañas con las armas en la mano, y después de unos años bajaría triunfante con una espesa barba, acompañado de otros hombres también barbudos y con largos cabellos”. “Esos jóvenes traerían, colgando de sus cuellos, medallas de la Caridad del Cobre y crucifijos que en poco tiempo dejarían de usar, para luego negar con vergüenza sus creencias”. La profecía agrega que el joven líder “sería aclamado por todos a causa de numerosas reformas de beneficio popular, se iría apoderando poco a poco de todo el poder, sumiendo al pueblo cubano bajo una férrea dictadura que duraría 40 años, en los cuales Cuba sufriría numerosas calamidades y penurias. Finalmente, ese hombre moriría en la cama”. Tras su fallecimiento, continúa la profecía, “se produciría un corto período de inestabilidad y enfrentamientos, en los que incluso llegarían a producirse algunos derramamientos de sangre, aunque luego la nación cubana volvería a levantarse poco a poco hasta llegar a ocupar un destacado lugar en el ámbito internacional”.
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