¿Qué hacen estas personas cuando salen al mar? Algunos de ellos aprovechan para navegar a vela, sin ninguna ayuda motorizada
para impulsarse y recorrer grandes distancias, incluso hay gente aventurera que
ha cruzado el océano o ha navegado a regiones remotas, como Australia o algunas
islas del Pacífico. Seguramente no conocerán a muchas personas que se hayan
embarcado en este tipo de viajes, pero ¿saben cuántas familias francesas se
echan a la mar a dar la vuelta al mundo? Cerca de 1000, sorprendente
¿verdad?
Pero la mayoría de las embarcaciones de recreo son utilizadas para practicar
diferentes artes de pesca o acercarse a otros puntos de la costa de difícil
acceso desde tierra. Resulta sorprendente observar cómo estos barcos masifican
playas apartadas de núcleos costeros durante los fines de semana de verano. En
otras zonas del territorio nacional se han establecido medidas para controlar el
acceso de estos usuarios a las playas, con boyas donde tienen que amarrar las
embarcaciones e incluso con líneas de boyas para limitar el acceso y proteger a
los bañistas de colisiones.
Sin embargo, las actividades pesqueras llevadas a cabo por estas
embarcaciones de recreo constituyen la principal amenaza para la diversidad
marina. En estos años se ha agudizado este problema por el incremento de barcos
destinados a este uso, así como, por el contexto socioeconómico que estamos
viviendo en el cual muchas personas utilizan como complemento para su sustento
la pesca, ya sea de forma directa (consumo propio) o indirecta (venta a
terceros). Es una lástima que algunos de ellos sean una competencia desleal para
los pescadores profesionales de las cofradías de las Islas.
Podemos poner nuestro pequeño grano de arena, si nos concienciáramos de este
problema cada vez que fuéramos a un restaurante de pescado o a una
pescadería…
Posiblemente hoy sea un buen día para dejar de mirar a otro lado cada vez que
nos ofrezcan un pescado sin saber quién lo ha pescado.
¿Lo intentamos?
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