Ya se sabe que una mudanza sirve, entre otras muchas cosas, para desprendernos de toda una cantidad ingente de cosas que no necesitamos y que no usamos o, lo que es peor, que nunca jamás hemos necesitado pero sí compramos. Cajas y cajas de parte de tu vida de acaban en una de las bañeras para escombros del punto limpio mientras el que lleva el vertedero, reclutado probablemente mediante un casting inverso, te dice al llegar con la furgoneta cargada, ¿otra vez aquí? Como si pensara que uno va al punto limpio porque regalan yogures. En fin, que entre un viaje y otro el garaje de mi casa, para empezar, ha quedado casi casi vacío y la sensación al entrar con el coche es nueva y me gusta; ¿me estaré volviendo minimalista? ¡Cualquiera sabe!
De entre aquello que no quieres tirar se encuentran los libros, en mi caso la colección de "Los Cinco", las estupendas novelas de Enid Blyton con la que empecé a leer. Cada año, en Reyes, mi tía Carmela me regalaba un par y así, entre Navidades, cumpleaños y santos terminé la colección que devoraba con ansia. Los años han pasado, más de los necesarios, y la colección, algo ajada por el tiempo, se encuentra en una caja que llegó a mi casa tras la triste mudanza de mis padres. Mis intentos han sido infructuosos, empezando por mi amiga I, bibliotecaria, que me dice: Jose, nadie lee ya esta literatura. Tal cual, ¿cómo luchar con las maquinitas? Guerra perdida y sin armisticio posible. Si estos siguen buscando nueva estantería donde colocarse, la enciclopedia del National Geographic, casi veinte tomos entre atlas y DVDs, han encontrado acomodo en la biblioteca de la cárcel, adonde los debo llevar desde que pueda.
La mudanza será un horror, ya me estresa y falta tiempo aún, pero el panorama que se abre es, incierto pero muy emocionante, entre otras cosas porque habré de estrenar una nueva biblioteca, aunque esta vez sin jardín. Ya ves Cicerón, no se puede tener todo.
♫
George Gershwin, *Rhapsody in Blue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario