Así, con la boca abierta pero sin poder decir palabra alguna, se queda uno al ver una foto como ésta. Pocas veces me quedo tan mudo como viéndola. Triste. Y aterrado.
Queda demostrado que el abusón del colegio, cuando se hace grande, sigue igual. Lástima que aún sigamos pensando en el castigo divino, así nos va.
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