jueves, 11 de febrero de 2021

REFRINGERE

 

Las palabras tensión e intensidad, aunque proveniente de diferentes etimologías -intensus, tensus-, se dan la mano, como asidas a nuestra actividad diaria. No tomando aquello de que "el trabajo dignifica al hombre", como máxima, pues lo que lo dignifica son sus actos (obras son amores, y no buenas razones), lo que sí es verdad es la intensidad, la tensión que produce su desempeño. Sísifo subía una montaña, nosotros formamos parte de un engranaje obsoleto al que le cuesta encajar cualquier movimiento que se salga de la línea establecida, cual inercia de petrolero, donde cada revisión de la maquinaria supone la mayor crisis posible. Utilizando el argumento de mi sabio amigo, sería como un perro al que se saca a pasear con collar año tras año, por peligroso, y un día se ve que no lo es, que se le puede quitar la correa, pero se resisten y se resisten, salida tras salida como los peces en el río, una y otra vez. Trabajar en una Administración Pública requiere mucho más que cumplir un horario y cobrar un sueldo, se necesita tener como meta la resolución de los problemas que se le plantean al ciudadano. Éste no es el enemigo, nunca, sino justo lo contrario. El administrado nos paga el sueldo con sus impuestos y nos demanda, a cambio, eficiencia en nuestro trabajo y entrega a él. La máquina sigue funcionando, pero con uno u otro aceite lubricante funciona o chirría.
Un compañero de trabajo, que no está ya ni se le espera, me decía que antes de firmar cualquier cosa pensaba qué iba a decirle a un juez en caso de denuncia. Estupendo. Vaya un planteamiento más agradable para empezar; mal compañero de viaje es el miedo. 
Estamos en guerra, de desgaste, ojo avizor, y contra esos molinos hemos de luchar. Sirva como energía el agradecimiento inesperado de alguien, la tranquilidad del trabajo bien hecho (bien está lo que bien acaba), la humildad para saberse equivocado cuando se demanda, la sonrisa de un compañero y, antes que nada, el reconocimiento de la batalla, porque más vale, en muchas ocasiones, tener paz que tener razón.
La música, no olvidemos la música, ésta sí es la mejor compañera de viaje. Respiremos hondo, tomemos aire y sigamos hacia adelante en este mundo traidor, donde nada es verdad ni es mentira, y echémosle a la máquina el mejor aceite del que dispongamos. Todos ganaremos con ello, incluso la máquina. Y si no, puente de plata. 

Dvořák, *Serenade for Strings, Op. 22
B, 52: II. Tempo di Vals

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