lunes, 15 de febrero de 2021

LLÉVAME A MI AGRADABLE CASTILLO NATAL

Buenos días. Lunes. Poco que decir de este día, el más odiado de la semana por casi todos, día con el que llegamos a la mitad de febrero, otrora víspera del martes de carnaval, aún sujetos al toque de queda nocturno que hace el día aún más corto. Si no fuera por las ganas que tenemos por vacunarnos y pasar página de una vez, empezaría a amargarme por lo rápido que pasa el tiempo: ya estamos casi en marzo. Hace justo un año paseaba por Jerusalén ajeno completamente a lo que nos iba a caer del cielo, o mejor del infierno. Un año perdido que ha puesto a prueba nuestra capacidad de resiliencia, de adaptarnos a la nueva realidad, que nos hace deambular como zombies, mascarilla en ristre, por las calles de nuestras ciudades sin que -gran misterio- hayamos caído en una depresión generalizada.
Hablaba ayer con un amigo que trabaja en una farmacéutica en Madrid y me decía que en verano iba a estar el país inmunizado gracias al asunto ese del rebaño. 
Cruzo los dedos, le dije. 
Qué sí, que habrá vacunas para todos, que no desespere, me repitió. 
Pues si puedo escoger entonces seré optimista, que cuesta lo mismo. Al paso que vamos está ya a la vuelta de la esquina: carnavales → Semana Santa → ¡verano!
No sé si podremos viajar, cómo terminará todo, si tendremos que ir con un pasaporte de vacunación forever. Cualquiera sabe, lo que sí es seguro que no será igual, como no lo fue tampoco a partir del 11 de septiembre del 2001. Solo nos queda aguantar un poco más, seguir siendo optimistas y esperar la pronta recuperación económica que haga este mundo un poco más justo para todos.

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