Artículo de Risto Mejide en el periódico El Mundo.
Largaos de una vez. Largaos, sí. Los que trincáis, los
que habéis trincado, los que permitisteis que otros trincaran y los que todavía
hoy no hacéis nada porque se deje de trincar. Todos. Sobráis, de verdad,
dejadnos en paz de una puñetera vez.
Dais asco. Vuestra falta de vergüenza ha llevado la
nuestra hasta límites que jamás deberíamos haber conocido. Y ahora os cubrís el
culo los unos a los otros, un culo que tenéis tan sucio que hasta las pústulas
de vuestra ignominia os han invadido el cerebro, y ya no es posible distinguir
vuestras declaraciones rellenas de mierda de la peste que emana de un zurullo común.
Callaos. Callaos de una vez. Dejad de contaminar los
medios, las noticias y nuestro estado de ánimo. Dejad de hacer comunicados y
ruedas de prensa, disolved todos los chanchullos, deponed vuestros privilegios
y salid con la cabeza bien baja y las manos en alto.
Dejad de desanimar a la gente. Dejad de decirnos que todo
fue por nuestra culpa. Dejad de tomarnos por gilipollas. Ah, y no os atreváis a
volver a decir que sois reflejo de la sociedad en la que vivís. Que si
robasteis fue porque os lo pusieron delante. Que sois víctimas de un vacío
legal, un entorno corrupto y una dudosa moral. Que sois reflejo de la gente,
representantes elegidos por el pueblo. Vosotros no sois pueblo, vosotros sois
escoria.
Devolvedlo. Devolvedlo todo. El dinero, las propiedades,
los cargos, las dietas, los sobresueldos, las comisiones, la dignidad que os
quede y la honorabilidad que algún día se os supuso. Y cuando hayáis acabado,
devolved la nacionalidad que se os dio por error. Porque no merecéis formar
parte ni de este ni de ningún país. No hagáis ni las maletas, saltad por la
borda, como las ratas, salid nadando. Y quien no sepa, que se joda, francamente
nos da igual.
Pedid perdón. Disculpaos. Ante todo aquel que votó. Ante
todo aquel que piensa seguir votando. Porque ellos han creído en un sistema
democrático que vosotros habéis violado, sodomizado y puesto del revés. No, yo
no os concedo la presunción de inocencia. Porque cuando uno deja que ciertas
cosas ocurran, acaba siendo cómplice aunque solo sea por ignorancia, por
desidia u omisión.
Y por último, largaos, sí, pero sin dejar rastro. Ni se
os ocurra nombrar sucesores, ni gestores, ni primos segundos que calienten
vuestra silla. No tengáis la cara dura de intentar dejar un legado. Vuestro
único legado será la vergüenza. Y tampoco os atreváis a interponeros nunca más
entre la gente de bien y sus lícitos objetivos. Porque en este país aún quedan
ciudadanos, empresas e incluso algún político honrado que construyen, que
siguen luchando y que ahora ya solo tienen una misión: que no les jodáis la
vida, que les dejéis hacer.
Pero sobre todo y ante todo, por lo que más queráis,
seguid ignorando estas órdenes, exigencias demagógicas de un publicista que de
vez en cuando hace el capullo en televisión.
Seguid creyendo que no pasará nada. Porque así quedará
menos para que pase.
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