Nuestros hijos, nuestros nietos, estudiarán en su día la época que a nosotros nos ha tocado en gracias, o en desgracia, según se mire. No soy abogado, abobado quizá, pero creo que aún me queda suficiente sentido común para sentirme azorado por esta cantidad de sentencias que últimamente inundan nuestra pequeña historia: la infanta Cristina, Urdangarin, Blesa, Rato... ¿En serio se lamentan porque no creamos ya en la justicia?
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