Abbas anuncia un alto el fuego
con Israel “amplio y duradero” para la Franja
Hamás asegura que el pacto
permitirá levantar el bloqueo en Gaza.
CARMEN RENGEL Jerusalén 26 AGO 2014 - 16:06 CEST
El portavoz de Hamás en El Cairo,
Moussa Abu Marzouk, ha confirmado en su cuenta oficial de Twitter que se ha
llegado a un acuerdo de alto el fuego con Israel, cuando se cumplen 50 días de
la Operación
Margen Protector contra Gaza. Literalmente afirma: "Las negociaciones
han terminado y hemos alcanzado acuerdos que suponen la cima de la resistencia
de nuestro pueblo y de nuestra resistencia". El presidente palestino
Mahmud Abbas ha confirmado el esperado acuerdo "amplio y duradero",
cuyos detalles se harán públicos a partir de las 19.00 horas (una hora menos en
la España peninsular), en la reunión del liderazgo palestino, encabezada por
Abbas, que se celebra en la Mukata de Ramala. La agencia de noticias palestina
Maan asegura que el cese de hostilidades entrará en vigor a las seis de la
tarde hora peninsular en España. Israel ha aceptado la propuesta egipcia para
un alto el fuego "completo e indefinido", según ha confirmado un alto
funcionario israelí citado por la agencia Reuters. Tres ministros del Consejo
se han opuesto a ratificar el acuerdo aunque el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha
seguido adelante respaldado por su mayoría.
Fuentes del gabinete del presidente
palestino confirman el acuerdo avanzado por Hamás para un cese de hostilidades
"muy prolongado" y que tiene como eje el levantamiento del bloqueo
sobre la franja, impuesto por Israel en 2007 después de que los islamistas se
hicieran con el poder. Estados Unidos y Europa han abogado en estos días por
acabar con un cerco que, según la ONU, hará
inhabitable Gaza en 2020.
Según fuentes de la Organización
para la Liberación de Palestina, las presiones ejercidas sobre Hamás e Israel
esta vez sí han surtido efecto. El levantamiento del bloqueo de Gaza no será
total. De entrada, se abrirán algunos pasos fronterizos para poder reconstruir
la franja, permitiendo la entrada de cierto material de construcción, y se
darán más permisos a los gazatíes para entrar en Cisjordania o para gestiones
(médicas sobre todo) en Israel. La zona acotada para los pescadores gazatíes se
ampliará seis millas más. El paso de Rafah, al sur, con Egipto, se abrirá con
presencia de fuerzas de la Autoridad Palestina. Y ya en una segunda etapa, se
hablará del puerto y el aeropuerto. De hecho, cuestiones espinosas como la
reapertura de un aeropuerto y un puerto internacionales en la Franja hizo encallar
los contactos con el mediador egipcio hace ocho días. Un alto funcionario
israelí citado por el diario Haaretz asegura que la propuesta aceptada por
Israel no incluye las peticiones de Hamás respecto al puerto, el aeródromo, la
excarcelación de prisioneros o el asunto de la transferencia de fondos
bloqueados a Gaza. Israel ha accedido a permitir la entrada de ayuda
humanitaria y de material para la reconstrucción, según esta misma fuente.
Miembros de la Yihad Islámica en
Gaza han calificado en radios cercanas a su milicia que el acuerdo es real, que
es "aceptable" y un "éxito de la lucha contra Israel".
Este acuerdo pone fin a 50 días
de combates, cuatro
treguas infructuosas e intensas negociaciones
en El Cairo, que parecen haber dado por fin su fruto. Durante la operación
israelí Margen Protector en la que, hasta ahora, han muerto más de
2.000 ciudadanos, casi 10.000 están heridos y 290.000 buscan refugio, según los últimos datos de la ONU.
Barenboim: “En Oriente Próximo
solo impera la terquedad”
Daniel Barenboim demuestra que es
posible vivir en paz con su orquesta de músicos judíos, palestinos, árabes y
españoles.
Rebelde pero contundente a la
hora de imponer su autoridad, el liderazgo de Daniel Barenboim (Buenos Aires,
1942) trasciende lo meramente musical. Políglota y poliédrico, sus identidades
confluyen en un cosmopolitismo global que le hace al tiempo judío de fuertes paradojas,
argentino de raíz intensa y español por gusto y sentido de adopción. Se dio a
conocer como niño prodigio en su ciudad natal, pronto emigró a Israel con sus
padres, saltó a Europa donde se consagró primero como pianista y después como
uno de los directores de orquesta más suculentos y profundos de su tiempo. No rehúye polémicas sino que las atiza, es capaz de recoger
un premio en Israel y reivindicar en sus palabras de agradecimiento la
necesidad de un Estado palestino o interpretar a Wagner en la tierra de David.
Escribe al alimón con Felipe González un libro sobre el liderazgo, y extiende
la dimensión del invento que parió junto al pensador palestino Edward Said del
West-Eastern Divan, una orquesta en la que se unen judíos, palestinos, árabes y
españoles para demostrar al mundo que pueden convivir en paz. Empeñado ahora en
reivindicar a músicos como Edward Elgar (1857-1934), de quien acaba de grabar
su segunda sinfonía para Decca, recién ungido por el éxito nostálgico de haber
regresado a tocar el piano al teatro Colón junto a su amiga Marta Argerich, Barenboim, siempre
vitalista y permanentemente incómodo para aquellos que lo denuestan por cumplir
con su deber, sigue marcando el paso.
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