El exilio, el asesinato de su hijo en la dictadura y la desaparición de su nieta marcaron su vida.
LEILA GUERRIERO 16 ENE 2014 - 00:05 CEThttp://cultura.elpais.com/cultura/2014/01/15/actualidad/1389814199_286430.html
El martes, cuando vi
el rostro de Juan Gelman en el noticiero, me pregunté qué nuevo premio le
habrían dado porque, en verdad, ya se los habían dado todos. Sólo en los
últimos años, y sin ser exhaustivos, había ganado el Juan Rulfo (2000), el
Reina Sofía (2005), el Cervantes (2007). Pero, pocos minutos después, supe que
su rostro estaba ahí porque había muerto. Recuerdo vagamente —y vanamente— mi
único encuentro con él, después de la entrega del premio Cervantes a José
Emilio Pacheco en el paraninfo de la universidad de Alcalá de Henares. Era un
día azul, muy tieso. Alguien nos presentó, diciendo que yo vivía en Buenos
Aires, y él, entonces, me preguntó en qué barrio. Aún a riesgo de que pareciera
invento tuve que decirle la verdad: en Villa Crespo, donde él había nacido, y,
para más ay, a tres cuadras de la cancha de Atlanta, el equipo del que era
fanático, que lo nombró socio ilustre en 2006 y que, en el mismo acto, le
regaló un trozo de su antigua tribuna. Me preguntó, escueto, lejano, cómo
estaba la cancha, mientras fumaba hasta el carozo un cigarrillo y me miraba con
unos ojos que parecían, a la vez, alertas, cansados y burlones.
Hijo de un matrimonio
de inmigrantes judíos ucranianos, empezó a escribir poemas de amor a los nueve,
para conquistar a una vecina: "Al principio le mandaba versos de un
argentino del siglo XIX, Almafuerte, pero no me hizo caso. Así que decidí
probar yo mismo. Tampoco me hizo caso. Ella siguió su camino y yo me quedé con
la poesía". Con la poesía y con la militancia: en 1945, con apenas 15,
ingresó a la Federación Juvenil Comunista. En 1975 la organización Montoneros,
a la que pertenecía desde 1973, lo envió al exterior para, entre otras cosas,
denunciar los delitos contra los derechos humanos que se cometían durante el
gobierno de Isabel Perón. Allí estaba cuando, en la Argentina, se produjo el
golpe militar que dio comienzo a la dictadura. Y allí seguía cuando, el 24 de
agosto de 1976, los militares secuestraron a su hijo, Marcelo, y su mujer
embarazada. Gelman permaneció en el exilio —entre Roma, Madrid, París, Nueva
York y México, donde falleció— escribiendo poesía, periodismo y buscando a su
nieta (o a su nieto: no tenía forma de saberlo). En 1989, el Equipo Argentino
de Antropología Forense encontró los restos de su hijo. Once años después,
apareció su nieta, Macarena, criada por la familia de un policía uruguayo. Hace
unos años, Luis Fondebrider, presidente del Equipo de Antropología Forense, me
dijo que, cuando encontraron los restos de Marcelo Gelman, le dieron la noticia
a su padre en persona, en Nueva York, donde estaban por otros asuntos. "Me
resultó una figura muy intimidante, serio, parco. Nos quedamos a dormir en su
casa. Él se quedó toda la noche despierto, leyendo el expediente, y al otro día
nos hizo millones de preguntas". Pensé muchas veces en aquel hombre
insomne, hospedando bajo su techo a esos muchachos jóvenes que iban a darle una
noticia que era, a la vez, buena y mala. Pensé muchas veces, también, en ese
mismo hombre, ya mayor, recibiendo la noticia de que su nieta había aparecido.
Y me pregunté, muchas veces, qué sería, para ese hombre, esa patria que
producía exilios, ausencias, desapariciones, apariciones a destiempo.
Cuando le dieron el
premio Cervantes, dijo, en su discurso: "Las heridas no están aún
cerradas, su único tratamiento es la verdad y luego la justicia; sólo así es
posible el olvido verdadero". Ahora, mientras escribo, abro la nota del
diario La Nación, de Buenos Aires, que anuncia su muerte, y veo, al pie, una
leyenda: los comentarios están cerrados debido a la sensibilidad del tema. Se
ha muerto un poeta, me digo: ¿cuál puede ser la sensibilidad del tema?
Entonces, recuerdo que el 17 de mayo de 2013, cuando murió el dictador Jorge
Rafael Videla, la nota que anunciaba su muerte tenía, al pie, la misma frase.
Es probable que esa espeluznante repetición, inversa y en espejo, diga más que
cien párrafos como estos.
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