Rodrigo Riera, doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad de La Laguna y trabajo en una consultora ambiental marina. Mis líneas de investigación tratan de las afecciones a las comunidades marinas por parte de la actividad humana (construcciones, industrias, puertos, etc…) y el estudio de zonas marinas no alteradas, como las reservas marinas. Soy un poco inquieto y me muevo de sitio de vez en cuando, a Australia para estudiar la fauna asociada a una planta marina, o bien a Qatar para conocer mejor los arrecifes coralinos del Golfo Pérsico. Intento mostrar a la gente lo que voy aprendiendo en artículos de divulgación para que conozcan el medio marino.
Rodrigo Riera
http://www.huffingtonpost.es/rodrigo-riera/
El número de especies era considerado hasta hace muy poco tiempo el patrón estándar para establecer la biodiversidad de una zona. Sin embargo, en la actualidad se utiliza de forma complementaria con otros parámetros, tales como el número de individuos de cada especie (abundancia), talla, hábitos alimenticios, etc. En otras palabras, se integra la biodiversidad con las funciones ecológicas de cada especie en su medio, permitiendo conocer de forma mucho más precisa la complejidad de un ecosistema.
Pero... ¿Para qué nos interesa saber el papel de cada una de las especies?
Porque es vital para conocer su grado de importancia en el desarrollo de los procesos que tienen lugar en los ecosistemas, como el ciclo del carbono o la producción de biomasa. Las especies no contribuyen de forma equitativa al funcionamiento de un ecosistema, es decir, unas son más importantes que otras. Por tanto, cuando ocurre algún tipo de impacto, como contaminación o proceso natural de alteración, los efectos serán diferentes si afectan a una especie u otra dependiendo de cómo interactúe con su entorno y el resto de especies.
Mis colegas de la Universidad de Tasmania y otros colaboradores publicaron un artículo sobre la diversidad funcional de peces marinos procedentes de casi 2.000 localidades repartidas en diferentes ecoregiones, desde el océano Ártico hasta las regiones templadas del Pacífico. Analizaron la comunidad de peces a partir de varios parámetros que establecen la posición de cada especie dentro del ecosistema, como la longitud máxima, grupo trófico, posición en la columna de agua o grado de gregarismo. Comprobaron que los patrones de diversidad funcional de peces diferían de los observados en otros estudios anteriores para el número de especies; si nos basamos en el inventario de especies observaremos que los puntos calientes de biodiversidad (hotspots) se localizan en regiones tropicales. Sin embargo, a partir de la diversidad funcional podemos identificar otros puntos con una gran diversidad y que no se han identificado previamente como hotspots al encontrarse en latitudes no tropicales, como por ejemplo, las islas Galápagos.
¿Por qué existen diferencias en los patrones de biodiversidad si consideramos la diversidad funcional en vez de la riqueza de especies?
Porque en latitudes no tropicales existe una gran proporción de especies con abundancias intermedias que presentan características únicas y, por tanto, su rol en el ecosistema es de gran importancia. En cambio, este tipo de especies son escasas en los trópicos y su papel no es tan relevante.Las implicaciones de este estudio son de vital importancia para muchos aspectos de la conservación del medio marino, por ejemplo, para la creación de futuras redes de áreas marinas protegidas con el fin de preservar la biodiversidad a nivel funcional y a nivel de especies, o bien, para establecer el grado de afección de la actividad humana (sobrepesca, vertidos, construcciones litorales, etc.) sobre la biodiversidad marina. También hay que destacar el prometedor desarrollo de indicadores ecológicos que muestren una imagen fiable del estado de conservación de las comunidades marinas.Estén atentos y prepárense, porque el juego acaba de comenzar...
Este artículo se publicó originalmente en Canarias Ahora.
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