De camino, ayer por la tarde, a ver una casa con posibles patologías en su estructura, me di un paseo por el precioso Camino Largo de La Laguna. Llovía mucho, pero yo iba pertrechado con botas de agua e impermeable, precisamente uno que compré en Nueva Zelanda otro lluvioso día, por lo que el paseo se convirtió en un agradable y continuo chapoteo que me devolvió un rato de infancia. Al final resultó ser una casa muy muy interesante, con unos muebles dignos de revista de decoración, una escalera con peldaños de granito de una sola pieza, empotrados, también de libro, un jardín increíble y sin problemas en su estructura. Un café, un poco de buena conversación para finalizar la visita y de vuelta a casa, de nuevo bajo la lluvia. Un poco más tarde ya, me encontraba sentado en la rotonda del antiguo acceso del aeropuerto de Los Rodeos, esperando que que llegara el avión de Pablo, terminando de leer "Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven" bajo la luz de las farolas y con la sombra de las gotas de agua moviéndose por la superficie de las hojas. Lo terminé -estupenda lectura-, llegó Pablo y nos fuimos a un guachinche a cenar con Nati y Rodri. De vuelta a casa ya no llovía, de manera que volví a tener luz una vez levantada una de las palancas de mi cuadro eléctrico, la misma que, juguetona como es, decide saltar cada vez que cae un poco más de lluvia de la normal.
▬
La Laguna inundada, 1950. Foto Guerra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario