Una historia de ‘cowboys’ y tenores
Annie Proulx, autora de ‘Brokeback Mountain’, y el compositor Charles Wuorinen, desvelan las claves de la ópera que el Real estrenará basada en el famoso relato.
Daniel Verdú Madrid 20 OCT 2012 - 17:56 CET
Cuando Ang Lee le propuso a Annie Proulx rodar una película basada en el relato que había publicado en The New Yorker en 1997, a ella se le escapó una mueca. No lo veía. Lo discutieron. Él le contó algunas cosas acerca del fallecimiento de su padre, y el asunto se enderezó. La película se estrenó en 2005 y obtuvo tres premios Oscar, entre ellos el de director y guion adaptado. Brokeback mountain, la historia de Jack Twist y Ennis del Mar, dos perdedores del medio oeste americano con aspiraciones a vaquero (ovejeros, para mayor escarnio) que se enamoran irremediablemente en el escenario menos permeable a sus instintos, arrasó y se convirtió en un símbolo para los que vivían en secreto situaciones parecidas. Proulx pasó página y se sintió en paz dejando atrás aquella controvertida historia. Duró poco. Al cabo de nada recibió una carta del compositor Charles Wuorinen (Nueva York, 1938) pidiéndole adaptar su relato a una ópera.
“Al principio no me pareció posible. No quería volver atrás, ni para una ópera. Nunca pensé que pudiera ser nada más que una historia corta. Investigué cosas sobre Charles, gente que le conocía me animó y empezamos a manosear la historia por si funcionaba. La cortamos en pedazos, escenas... Cambiamos algunos diálogos y rectificamos algunos pasajes”, explica Proulx, sentada junto al compositor en el último piso del Teatro Real, donde se estrenará la ópera en enero de 2014.
Descomprimir aquel relato y convertirlo en una película fue relativamente sencillo gracias a la concisión de Proulx en la escritura. Pero, ¿qué posee el cuento para convertirse en ópera de dos horas y dos actos? “Pensé que la historia actualizaba la noción trágica operística de la mujer sola embarazada y este tipo de cosas que ya no tienen interés. El asunto contemporáneo era ahora los dos hombres, aunque las tensiones eran las mismas. Me parecía que estaba lleno de posibilidades dramáticas”, explica Wuorinen.
Proulx aceptó someterse de nuevo a la tensión de ver transformada su obra. Sin embargo, esta vez tomó el control y exigió ser la autora del libreto. Quería ajustar algunos pasajes que en la película no reflejaban exactamente la historia y desarrollar su profundidad. “Para decirlo de forma sencilla: la película era romántica, la ópera no lo será. Mi sentimiento sobre literatura y cine es que son dos medios tan distintos que Hollywood posee un largo historial sobre cómo destrozar una historia, dejarla como algo estúpido, ridículo y casi irreconocible. Eso fue lo que me hizo querer escribir. Si había un libreto, quería hacerlo yo, no que viniera alguien y lo convirtiera en una historia cremosa. Quería que no se borrara la ansiedad y tensión de la trama”.
Libretista y compositor creen que la película edulcoró el papel de la naturaleza y la montaña en la historia. Mientras que Lee mostró una inmensidad idílica y acogedora, ellos insisten en que debía contener elementos de crueldad, amenaza y muerte. “Se hizo una falsificación importante convirtiendo la naturaleza en algo precioso y agradable. Algo muy de la cinematografía china. Pero es una fuerza mortal que te mantiene en peligro todo el tiempo. Intenté reflejar eso en la música”, relata el compositor.
Más allá del trabajo escénico del belga Ivo van Hove (todavía no hay nada), todos esos elementos dramáticos, incluida la personalidad de Jack y Ennis, tienen asociados unos patrones musicales. Por ejemplo, Jack es un Si natural en todas sus encarnaciones, mientras Ennis está representado con un Do sostenido. ¿Por qué? “En sentido literal y abstracto el Do sostenido está por encima del Si natural. Y aunque Ennis sea homófobo, es sexualmente dominante en la pareja. No se dice abiertamente, pero está claro. Entre ellos dos está el Do natural, y esa es la nota de la montaña y de la muerte”, señala Wuorinen. La idea entronca con la tradición del siglo XVII y XVIII en la que el Do menor representa la muerte y a menudo el sueño. “Si oyes los dos trombones, por ejemplo, con los que termina La pasión según San Mateo, son los dos en Do menor. Por eso en el Do natural convergen la muerte de uno y la muerte en vida del otro. No es metafísica, es el suelo sobre el que se construye la música. Es muy sencillo”.
La voz de Jack se asigna a un tenor y la de Ennis, a un bajo barítono. Los personajes son los mismos que los del libro (y película) con especial relevancia de las mujeres. La orquesta (que dirigirá Titus Engel) y su disposición será más o menos convencional y se utilizará a unos 15 miembros del coro. “Tienen un punto de burla y crueldad y siguen a Ennis en su camino. Es pequeño, aunque importante. Algo así como su conciencia, su percepción de los demás”, afirma Wuorinen.
Esa percepción del rechazo, de la debilidad oculta en una masa de pensamiento cobardemente inclinada al linchamiento de la diferencia, no ha desaparecido en las zonas de EE UU de las que habla Brokeback mountain, cree Proulx. “En Wyoming el 150% de la gente es republicana conservadora. No tienen otros pensamientos. Así ha sido siempre: extremadamente regresivo, muy homófobo. El siglo XIX es donde la mayoría vive, en el tiempo de los cowboys, los rancheros, los héroes y los caballos. Últimamente ha habido algunas pequeñas sectas secretas de seguidores de Obama. Durante el día disimulan, pero luego se reúnen furtivamente de vez en cuando”.
Annie Proulx vive en un rancho en Wyoming. Y hay algo irónico, porque como Jack y Ennis, ha quedado atrapada en un lugar al que nunca pertenecerá ideológicamente. ¿Por qué no se marcha? “Me lo pregunto muy a menudo. Sin embargo, es un sitio de una fuerte y oscura belleza. De soledad. Es perfecto para escribir. Además, me encanta observar la vida salvaje. Quizá no debería vivir ahí, pero tengo una propiedad que con la crisis de la vivienda no puedo vender. Así que me tengo que quedar ahí, trabajar y callarme. Al final, todos estamos atrapados por algo”. La mayoría de veces, mucho más prosaico que en las historias de cowboys.
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