lunes, 24 de enero de 2011

MARGARET MEAD


"He pasado la mayor parte de mi vida estudiando las vidas de otros pueblos, con el fin de que los occidentales puedan entender su propia vida"

Margaret Mead ha sido posiblemente la mujer más influyente en el mundo de la antropología, y tal vez una de las personalidades más sensibles hacia el estudio de otras culturas. Nació en Philadelphia, el 16 de diciembre de 1901, su padre era profesor de Economía en la Wharton School. Se doctoró en antropología en 1929, en la Universidad de Columbia, donde fue discípula de Franz Boas y Ruth Benedict. Allí trabajó -desde 1954- como profesora adjunta de antropología.
Mead fue la primera antropóloga en estudiar las educación y crianza de niños en las distintas culturas. Sus trabajos sobre teoría de la enseñanza, son actualmente una referencia básica. De hecho, se puede decir que a partir de Mead se despertó el interés en el estudio de la infancia y la mujer dentro de la disciplina antropológica. En 1925 realizó su primer trabajo de campo en Samoa -pese a la oposición de Boas- centrándose en el estudio de las chicas adolescentes, y en 1929 viajó -acompañado de su esposo, Reo Fortune- a las islas Manus, de Nueva Guinea, donde investigó sobre las historias, cuentos y relatos utilizados por adultos para la educación y socialización de los niños.
La experiencia de Samoa, plasmada en su libro "Coming of Age in Samoa", fue ampliamente conocida, y el trabajo pronto se convirtió en un best seller, traducido a varios idiomas. Esta obra presentó al público por primera vez la idea de que el carácter que el individuo adquiere a lo largo de los estados de crecimiento y socialización acaba siendo definido de acuerdo con las necesidades específicas de cada cultura. De esta forma, el carácter del adolescente (ya sea agresivo, pacífico, introvertido, etc) puede estar definido y ser característico en función del entorno donde se ha criado. Su trabajo de campo en Guinea, sirvió entre otros aspectos para demostrar que los roles de género difieren de una sociedad a otra. Posteriormente, en Bali, junto con Gregory Bateson (su tercer marido), exploró nuevas formas para documentar el paso de la niñez a la etapa adulta, y la forma en la que la sociedad plasma este tránsito a través de símbolos. Uno de los rasgos más importantes en Margaret Mead es su concepción holística de la cultura. Esto se expresa a través de la interconexión y relación de todos los diferentes aspectos de la vida humana. Por ejemplo, la forma de obtención de alimentos no puede ser comprendida sin el estudio del ritual y las creencias, o las dinámicas políticas no pueden ser separadas de la educación o del arte. Fue dicha visión holística lo que le convirtió a lo largo de su vida en una especialista en todo tipo de aspectos culturales. Retomando la herencia de relativismo cultural que ya apareciera en Boas, Margaret Mead enfatizó siempre la gran posibilidad de aprendizaje que se podía obtener a través del estudio de otras sociedades. De hecho, definía la diversidad cultural como un recurso, y nunca como un inconveniente. Fue ese interés por aprender de otros lo que le hizo ganarse el cariño y el respeto del que gozó siempre entre el público general. Justo antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial (que le obligó a suspender su investigación el el Pacífico Sur), fundó junto con Benedict el Institute for Intercultural Studies, en 1944. El impacto y consecuencias de la guerra definió a Mead como una personalidad defensora de la idea de la superación y posibilidad humana para el cambio, frente a un pensamiento intelectual generalizado mucho más pesimista acerca de esta concepción. Consideraba que los patrones de racismo, belicismo y explotación ambiental eran costumbres adquiridas, y que la sociedad humana era capaz de modificar dichos esquemas para construir nuevos principios sociales totalmente distintos. Este fue el origen de su frase "No dudemos jamás de la capacidad de tan sólo un grupo de ciudadanos insistentes y comprometidos para cambiar el mundo".
Mead fue profesora de varias instituciones, y destaca especialmente su carrera en el American Museum of Natural History, en Nueva York. Fue objeto de múltiples honores y homenajes, siendo presidenta de honor de varias asociaciones e instituciones, entre las que destacan the American Anthropological Association y the American Association for the Advancement of Science. Murió en 1978, dejando un voluminoso legado de libros, escritos y trabajos, correspondiente a una prolífica autora, así como a una admirable personalidad.

Principales libros de Margaret Mead:
Coming of Age in Samoa (1928)
Growing Up in New Guinea (1930)
The Changing Culture of an Indian Tribe (1932)
Sex and Temperament in Three Primitive Societies (1935)
Male and Female (1949)
New Lives for Old: Cultural Transformation in Manus, 1928-1953 (1956)
People and Places (1959)
Continuities in Cultural Evolution (1964)
Culture and Commitment (1970)
Blackberry Winter (1972) Editora de: Cultural Patterns and Technical Change (1953) y de los escritos de Ruth Benedict bajo el título de An Anthropologist at Work (1959).

Adolescencia, Sexo y Cultura en Samoa: En el prólogo de éste libro, el maestro de Margaret Mead, Franz Boas, escribió acerca de su importancia que: Cortesía, modestia, buenas maneras, conformidad son universales para los estándares éticos definitivos, pero lo que constituye la cortesía, la modestia, las buenas maneras y los estándares éticos definitivos no es universal. Es instructivo saber que los estándares difieren en las formas más inesperadas.
Boas quiso recalcar que había, en el momento de la publicación, muchos americanos habían empezado a discutir los problemas enfrentados por la gente joven (especialmente las mujeres) cuando pasan por la adolescencia como "períodos inevitables de ajuste". Boas sentía que un estudio de los problemas enfrentados por los adolescentes en otra cultura sería iluminador.
Por otra parte, la misma Margaret Mead describió el objetivo de su investigación de la siguiente manera: "He tratado de dar respuesta a la cuestión que me envió a Samoa: ¿Los disturbios que angustian a nuestros adolescentes son debidos a a la naturaleza misma de la adolescencia o a la civilización? ¿Bajo diferentes condiciones la adolescencia presenta diferentes circunstancias?" Ella llegó a la conclusión de que así era. Mead condujo su estudio entre un pequeño grupo de samoanos —una aldea de 600 personas en la isla de Tau— en el cual ella se familiarizó, vivió, observó y entrevistó (a través de un intérprete) a 68 mujeres jóvenes entre los 9 y los 20 años.
Concluyó que el paso de la infancia a la adolescencia en Samoa era una transición suave y no estaba marcada por las angustias emocionales o psicológicas, y la ansiedad y confusión observadas en los Estados Unidos. Como Boas y Mead esperaban, este libro indispuso los ánimos de muchos occidentales cuando apareció por primera vez, en 1928. Muchos lectores americanos quedaron en shock por su observación de que las jóvenes mujeres samoanas postergaban el matrimonio por muchos años mientras disfrutaban del sexo casual, pero que, una vez casadas, sentaban cabeza y criaban exitosamente a sus propios hijos. En 1983, cinco años después de la muerte de Mead, Derek Freeman publicó Margaret Mead y Samoa: la construcción y destrucción de un mito antropológico, en donde ponía en tela de juicio los principales hallazgos de Mead. Mead estuvo nueve meses en Samoa y no hablaba su dialecto. Freeman dedicó a su investigación casi medio siglo y hablaba el dialecto samoano de manera perfecta. Freeman basó la crítica en sus propios cuatro años de trabajo de campo en Samoa y en entrevistas recientes con informantes sobrevivientes de la época de Mead. El argumento dependía del lugar del sistema taupou en la sociedad samoana. Según Mead, el sistema taupou consistía en una virginidad institucionalizada, exclusivamente, para las mujeres jóvenes de alto rango. Según Freeman, todas las mujeres samoanas imitaban el sistema taupou y las informantes de Mead entrevistadas negaron haber estado envueltas en sexo casual cuando eran jóvenes y declararon haberle mentido a Margaret Mead.
Después de una racha inicial de discusión, muchos antropólogos concluyeron que la verdad absoluta, probablemente, nunca se conocería. De cualquier manera, muchos encontraron la crítica de Freeman altamente cuestionable. Primero, especularon acerca del hecho de que Freeman hubiera esperado hasta que Margaret Mead muriera para publicar su crítica de manera que ella no pudiese responder. Por otra parte, señalaron que las informantes originales de Mead eran, ahora, mujeres viejas, abuelas y se habían convertido al cristianismo. Además, hicieron notar que la cultura samoana había cambiado considerablemente en las décadas siguientes a la investigación original de Mead; que, después de la intensa actividad misionera, muchos samoanos habían llegado a adoptar los mismos estándares sexuales de los americanos, quienes, en su día, recibieron con tanta impresión las revelaciones de Mead. Sugirieron que, como mujeres en ese nuevo contexto, era inaceptable hablar francamente acerca de su comportamiento adolescente (nótese también que una de las estrevistadas de Freeman dio su fe renacida como razón para admitir su engaño del pasado). Finalmente, sugirieron que aquellas mujeres no serían tan francas y honestas acerca de su sexualidad cuando hablaban con un hombre entrado en años, como habrían sido hablando con una mujer joven. Muchos antropólogos también acusaron a Freeman de tener el mismo punto de vista sexual etnocéntrico que tenían las personas a las que Boas y Mead impresionaron. Los antropólogos también criticaron a Freeman acerca de las bases metodológicas y empíricas. Por ejemplo, Freeman combinó ideales públicamente articulados con normas de comportamiento, es decir, mientras muchas mujeres samoanas admitirían en público que es ideal mantener la virginidad, en la práctica exhibían altos niveles de sexo prematrimonial y se jactaban acerca de sus aventuras sexuales entre ellas mismas. Los propios datos de Freeman apoyaban las conclusiones de Mead: en una aldea samoana del oeste documentó que el 20% de las mujeres de 15 años, el 30% de las de 16 y el 40% de las de 17 se habían comprometido en sexo prematrimonial. En 1983, la Asociación Americana de Antropología expidió una moción declarando el libro de Freeman, Margaret Mead y Samoa, como "pobremente escrito, no científico, irresponsable y engañoso". En los años siguientes, antropólogos debatieron vigorosamente esos problemas pero, generalmente, apoyaron la crítica de Freeman.
Freeman continuó argumentando su caso en la publicación de 1999 El fatídico fraude de Margaret Mead: un análisis histórico de su investigación samoana.
Otro libro extremadamente influyente de Mead fue Sexo y Temperamento en Tres Sociedades Primitivas. Éste se convirtió en la principal piedra angular del movimiento de liberación femenina, desde que aseguró que las mujeres eran las que dominaban en la tribu Tchambuli (ahora Chambri) de Papúa Nueva Guinea (en el Pacífico Oeste) sin causar ningún problema en especial. La carencia de dominación masculina pudo haber sido el resultado de la prohibición de la guerra por parte de la administración australiana. De acuerdo con investigaciones contemporáneas, los hombres dominan en toda Melanesia (aunque algunos creen que las brujas tiene poderes especiales). Otros han discutido que, todavía, hay mucha diversidad cultural a lo largo de Melanesia y, especialmente, en la gran isla de Nueva Guinea. Por otra parte, los antropólogos frecuentemente no entienden la importancia de las redes de influencia política entre las mujeres. Las instituciones de dominación masculina formal, típicas de de algunas áreas de alta densidad poblacional, no estaban presentes de la misma forma, por ejemplo, en Oksapmin (provincia del oeste de Sepik), un área de población más escasa. Los patrones culturales allí eran diferentes, digamos, de los de Mt. Hagen. Ellos eran más cercanos a aquellos descritos por Mead.
Mead indicó que la gente de Arapesh era pacifista, aunque anotó que, eventualmente, guerreaban. Por otra parte, sus observaciones acerca de la forma de compartir las parcelas entre los Arapesh, el énfasis igualitario en la crianza infantil y las relaciones predominantemente pacíficas mantenidas entre parientes, eran muy diferentes a las exhibiciones de dominación de "gran hombre" que estaban documentadas en culturas más estratificadas de Nueva Guinea, por ejemplo, por Andrew Strathern. Estas observaciones implicaban, realmente, como ella escribió, un patrón cultural.
Cuando Margaret Mead describió su investigación a sus estudiantes en la Universidad de Columbia, expuso, sucintamente, cuales habían sido sus objetivos y conclusiones. Un relato de primera mano, de un antropólogo que estudió con Mead en los 60s y 70s, proveyó la siguiente información:
1. Mead habla de Sexo y Temperamento en Tres Sociedades Primitivas. "Ella explicó que nadie conocía en qué grado el temperamento está biológicamente determinado por el sexo, de manera que esperaba ver si había factores culturales o sociales que afectaran el temperamento. ¿Eran los hombres inevitablemente agresivos? ¿Eran las mujeres inevitablemente hogareñas? Resultó que las tres culturas con las que convivió en Nueva Guinea eran un laboratorio casi perfecto, pues se encontraban cada una de las variables que nosotros asociamos con masculino y femenino en una configuración diferente a la de nosotros. Ella dijo que aquello la había sorprendido y que no era lo que estaba tratando de encontrar.
Entre los Arapesh, tanto hombres como mujeres eran de temperamento pacífico y ni los hombres ni las mujeres hacían la guerra.
Entre los Mundugumor, la realidad era justo lo contrario: tanto hombres como mujeres eran de temperamento bélico.
Y los Tchambuli eran diferentes de los dos anteriores. Los hombres se acicalaban y gastaban su tiempo en arreglarse mientras las mujeres trabajaban y eran prácticas —lo opuesto a lo que parecía ser América en el temprano siglo XX."
(Perey. Reproducido con permiso del autor.)
2. Mead habla de Creciendo en Nueva Guinea. "Margaret Mead nos contó cómo llegó al problema de investigación en el cual basó su Creciendo en Nueva Guinea. Ella razonó como sigue: si los adultos primitivos piensan de una forma animista, como Piaget dice que nuestros niños lo hacen, ¿cómo pensaban los niños primitivos?
En su investigación en la Isla de Manus de Nueva Guinea, ella descubrió que los niños primitivos piensan de un forma muy práctica y empiezan a pensar en términos de espíritus a medida que se van haciendo mayores.
Nota: el pensamiento animista le asigna sentimientos o personalidad a objetos inanimados. Por ejemplo, un niño puede decir "¡acera mala!" si se cae sobre ella y sale herido, considerando a la acerca como mala por causarle daño. El término animismo viene del latín para alma, anima. Culturas tribales, frecuentemente, tienen conceptos animistas arraigados: algunos pueblos consideran a las nubes como personas de nube que pueden estar complacidas o no por lo que el hombre hace y, de acuerdo con eso, darle lluvia o sequía."

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