Tiempo atrás, quizá ya mucho antes, un apagón era un apagón. ¿Quién no recuerda noticias sobre Nueva York a oscuras? la leyenda urbana del aumento de la natalidad, el caos total en las ciudades tenebrosas, etc. Se echaba mano de las velas, farolitos, linternas, para sobrellevar como cada cual podía la falta de luz. Yo viví uno, durante una semana, a consecuencia de la tormenta ¿Delta? que asoló Tenerife hace algunos años.
Hoy parece que las cosas han cambiado, incluso el significado de las palabras. Ahora un apagón parece serlo informático, de las redes, como ocurrió la semana pasada con Facebook, Whassap e Instagram, las joyas de la corona de Zuckenberg. El rey ha muerto, larga vida a Telegram y a Twitter. Unas horas sin mensajería ni redes sociales y los periódicos dale que te pego "al apagón" ocurrido como si no hubiera un mañana. Entrevistas a los usuarios para conocer su reacción y, al nivel de la pregunta tal nivel de respuesta. Estupideces, una tras otra, acerca de lo ocurrido como si de la 3ª Guerra Mundial se tratara. Todo por unas horas en las que no fue posible subir la foto de turno a Instagram o a Facebook, sin poder comentar ésta o aquella cosa por Whassap.
¡Tío! ¿te has enterado! ¡no hay Whassap!.. Puedo morir.
No caerá esa breva.
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